“cada domingo de la una hasta las tres de la tarde, por mayor y menor. Los otros días se despachan solo encargos de 3 pesos para arriba, a cualquier hora del día y
de la noche”.
de la noche”.
Cuando el presidente don Juanito Mora, a Rivas, Nicaragua, fue recibido con gran pompa y con la presencia de barcos de guerra ingleses y franceses. Su sobrino, don Manuel Argüello Mora relató:
“Rivas estuvo de gala una semana. En sus calles solo se veían ricos uniformes franceses, ingleses y costarricenses. El almirante hizo traer a tierra cien kilos de hielo, cuya mitad la obsequió a Mora; éste a su vez regaló pequeñas porciones a los principales vecinos de Rivas, lo que produjo un gran asombro, pues el hielo en aquella fecha era desconocido en Nicaragua”.
Los helados habían sido siempre un privilegio de una minoría, y ya el emperador romano Julio César disfrutaba con sorbetes helados que le fabricaban con hielo traído desde los Alpes hasta Roma.
Pero ya en la exposición Universal de 1863 en París, se vio como gran novedad una máquina que podría fabricar grandes cantidades de hielo.
Sin embargo, gracias a esos industriosos inmigrantes europeos, en Costa Rica se vendían helados desde 12 años antes, pues en un anuncio aparecido en el semanario “El Costa-Ricense”(sí, se escribía separado) del 14 de noviembre de 1846, se comentaba:
Monsieur Ville-neuve ha hecho un servicio muy importante a todos los pueblos, con su feliz invención de congelar el agua instantáneamente en todas las estaciones y temperaturas.
No solo satisface el gusto de todas las naciones por los nevados, sino que ofrece a la humanidad el poderoso recurso de la nieve en muchas enfermedades, para cuya curación en un tiempo era preciso renunciar de este medio terapéutico.
La nieve en algunos lugares se ha rematado como ramo de rentas municipales, pero en lo sucesivo todas las casas de personas acomodadas se convertirán en neverías, puesto que el aparato anunciado no es de un precio muy subido.
No solo satisface el gusto de todas las naciones por los nevados, sino que ofrece a la humanidad el poderoso recurso de la nieve en muchas enfermedades, para cuya curación en un tiempo era preciso renunciar de este medio terapéutico.
La nieve en algunos lugares se ha rematado como ramo de rentas municipales, pero en lo sucesivo todas las casas de personas acomodadas se convertirán en neverías, puesto que el aparato anunciado no es de un precio muy subido.
Así, pocos años después de la exposición Universal de París, la novedosa tecnología del hielo artificial ya era común en nuestro país y desde su establecimiento cercano a la estación del ferrocarril al Atlántico, en el actual barrio La California, don Julián Carmiol anunciaba al público en la Gaceta Oficial del 20 de diciembre de 1873:
“se sirve a toda hora del día cerveza, vino y fresco, todo bien frío.”
Recopilación de Luko Hilje Quirós