Este cuento es enviado por Hellen Solís Arce y se llama El atún de 75 millones de colones
N: Puedo decir, sin temor a equivocarme, que soy la única persona por estas latitudes, y quién sabe si por el resto del globo, que se ha dado el lujo de comerse un atún que le costó ¢75 millones. La historia es curiosa y quiero contárselas, si me lo permiten.
N: Corría finales del año 2002, era el momento en que los aires navideños nos acarician el rostro suavemente, las tardes soleadas, pero no calurosas, nos recuerdan que se aproximan las fiestas. Todo se viste de rojo y verde, de escarcha y luces.
N: Tenía la completa certeza de que debía comprar el número 33 para el sorteo del “Gordo navideño”. Ese tipo de ideas que se clavan en la mente como astilla en un dedo, que te absorbe el sentido y no admite apelación.
N: Un miércoles iniciando el mes de diciembre, me dispuse a almorzar con el grupo, pero para mi sorpresa, las chicas no habían llevado lonchera, porque querían ir a comprar lotería a Plaza Mayor. Me quedé entonces con el único macho masculino del grupo, degustando mi comida cuyo ingrediente principal era un atún con vegetales y mayonesa que estuvo ¡delicioso!. Sin contratiempos, regresaron ellas felices de su compra y no hubo mayor comentario.
N: El viernes de esa semana, el grupo en pleno visitó Plaza Mayor y mi primera parada, fue el vendedor de lotería que monopolizaba por aquel entonces las ventas en ese centro comercial. Le pregunté esperanzada si tenía el 33 y con actitud indiferente me indicó que acababa de vender los últimos dos pedacitos, del único entero que tenía de ese número. ¡Qué desilusión!, igual compré lotería y proseguí mi camino hacia el salón de comidas. La compañera que me acompañó en mi frustrada compra, me comentó que el miércoles anterior el vendedor tenía 10 pedacitos del 33, pero ninguna compró ese número
Mujer1: ¡Cómo! pero si he pasado como un mes diciendo que quiero el 33, por qué no me lo compraron?.
Y me respondió acongojada
Mujer2: ¡”Ay Hellen, yo nunca te escuché...”.
N: Lo que ella ignoraba en aquel momento que yo era una pieza suelta en el juego de ajedrez entre el destino y la riqueza.
Luego de esta pausa continuamos con más del cuento: El atún de 75 millones de colones
Este cuento es enviado por Hellen Solís Arce y se llama El atún de 75 millones de colones
N: Puedo decir, sin temor a equivocarme, que soy la única persona por estas latitudes, y quién sabe si por el resto del globo, que se ha dado el lujo de comerse un atún que le costó ¢75 millones. La historia es curiosa y quiero contárselas, si me lo permiten.
N: Corría finales del año 2002, era el momento en que los aires navideños nos acarician el rostro suavemente, las tardes soleadas, pero no calurosas, nos recuerdan que se aproximan las fiestas. Todo se viste de rojo y verde, de escarcha y luces.
N: Tenía la completa certeza de que debía comprar el número 33 para el sorteo del “Gordo navideño”. Ese tipo de ideas que se clavan en la mente como astilla en un dedo, que te absorbe el sentido y no admite apelación.
N: Un miércoles iniciando el mes de diciembre, me dispuse a almorzar con el grupo, pero para mi sorpresa, las chicas no habían llevado lonchera, porque querían ir a comprar lotería a Plaza Mayor. Me quedé entonces con el único macho masculino del grupo, degustando mi comida cuyo ingrediente principal era un atún con vegetales y mayonesa que estuvo ¡delicioso!. Sin contratiempos, regresaron ellas felices de su compra y no hubo mayor comentario.
N: El viernes de esa semana, el grupo en pleno visitó Plaza Mayor y mi primera parada, fue el vendedor de lotería que monopolizaba por aquel entonces las ventas en ese centro comercial. Le pregunté esperanzada si tenía el 33 y con actitud indiferente me indicó que acababa de vender los últimos dos pedacitos, del único entero que tenía de ese número. ¡Qué desilusión!, igual compré lotería y proseguí mi camino hacia el salón de comidas. La compañera que me acompañó en mi frustrada compra, me comentó que el miércoles anterior el vendedor tenía 10 pedacitos del 33, pero ninguna compró ese número
Mujer1: ¡Cómo! pero si he pasado como un mes diciendo que quiero el 33, por qué no me lo compraron?.
Y me respondió acongojada
Mujer2: ¡”Ay Hellen, yo nunca te escuché...”.
N: Lo que ella ignoraba en aquel momento que yo era una pieza suelta en el juego de ajedrez entre el destino y la riqueza.
Luego de esta pausa continuamos con más del cuento: El atún de 75 millones de colones