Hace muchos años, estaba un hombre sentado en una piedra, a punto de soltar el llanto. En eso lo encontró su compadre, quien le preguntó por qué estaba en ese estado.
Esto fue lo que le respondió:
Compadre, usted sabe que somos pobres y la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que consigo de cacería.
Me voy con mi escopeta, con los peligros del monte, esquivando víboras, aguantando garrapatas, mosquitos, el frío de las noches.
Luego, si logro cazar un venado, todavía tengo que cargarlo de regreso al rancho.
Pero no he llegado cuando aparece mi señora y empieza a repartir el venado entre sus familiares.
Que una pierna pa' doña Juana, este lomito pa' mi mamá, las costillitas para mi hermana y a los dos o tres días de nuevo no hay nada que comer y ahí voy yo otra vez de cacería.
El compadre de aquél pobre desdichado, después de meditar un momento, le dio la solución:
Mire compadre, llévese a la comadre de cacería, No más no le diga las penurias, píntesela bonito.
El compadre siguió el consejo y al final convenció a su esposa. La mujer iba muy contenta hasta que la ropa se le fue despedazando con las púas del camino. Después la picaron los bichos, el pelo lleno de mozotes, las manos espinadas y los pies ampollados.
Al fin encontraron un venado y el hombre pudo matarlo de un balazo. Entonces la mujer tuvo que ayudar a destriparlo, y hacer un atado con las partes para llevar a su hogar.
Ahora podemos descansar, dijo la pobre mujer.
Imposible, le dijo el marido, con este olor a sangre, ahorita aparece el jaguar, así que a caminar antes que se haga de noche.
Y hombre y mujer empezaron el regreso, cargados con la carne del venado y con miedo de que un jaguar los atacara.
Después de la larga caminata llegaron a su rancho medio muertos, y la pobre mujer no había acabado de tirar su carga a la entrada cuando la rodearon sus hijos, vecinos y parientes, gritando de alegría.
Mamá, mama!! Vamos a repartir el venado.
La mujer, cansada, sucia de barro y sangre de la cabeza a los pies, picada de cuanto bicho había en el monte, se paró de un brinco y les pegó un solo grito:
¡Al que toque este Venado lo Mato!
¡El que quiera comer carne, que vaya al monte y que aprenda lo que cuesta!
Para valorar el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el venado".
Fuente; Colaboración de Marco Vinicio Delgado
Hace muchos años, estaba un hombre sentado en una piedra, a punto de soltar el llanto. En eso lo encontró su compadre, quien le preguntó por qué estaba en ese estado.
Esto fue lo que le respondió:
Compadre, usted sabe que somos pobres y la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que consigo de cacería.
Me voy con mi escopeta, con los peligros del monte, esquivando víboras, aguantando garrapatas, mosquitos, el frío de las noches.
Luego, si logro cazar un venado, todavía tengo que cargarlo de regreso al rancho.
Pero no he llegado cuando aparece mi señora y empieza a repartir el venado entre sus familiares.
Que una pierna pa' doña Juana, este lomito pa' mi mamá, las costillitas para mi hermana y a los dos o tres días de nuevo no hay nada que comer y ahí voy yo otra vez de cacería.
El compadre de aquél pobre desdichado, después de meditar un momento, le dio la solución:
Mire compadre, llévese a la comadre de cacería, No más no le diga las penurias, píntesela bonito.
El compadre siguió el consejo y al final convenció a su esposa. La mujer iba muy contenta hasta que la ropa se le fue despedazando con las púas del camino. Después la picaron los bichos, el pelo lleno de mozotes, las manos espinadas y los pies ampollados.
Al fin encontraron un venado y el hombre pudo matarlo de un balazo. Entonces la mujer tuvo que ayudar a destriparlo, y hacer un atado con las partes para llevar a su hogar.
Ahora podemos descansar, dijo la pobre mujer.
Imposible, le dijo el marido, con este olor a sangre, ahorita aparece el jaguar, así que a caminar antes que se haga de noche.
Y hombre y mujer empezaron el regreso, cargados con la carne del venado y con miedo de que un jaguar los atacara.
Después de la larga caminata llegaron a su rancho medio muertos, y la pobre mujer no había acabado de tirar su carga a la entrada cuando la rodearon sus hijos, vecinos y parientes, gritando de alegría.
Mamá, mama!! Vamos a repartir el venado.
La mujer, cansada, sucia de barro y sangre de la cabeza a los pies, picada de cuanto bicho había en el monte, se paró de un brinco y les pegó un solo grito:
¡Al que toque este Venado lo Mato!
¡El que quiera comer carne, que vaya al monte y que aprenda lo que cuesta!
Para valorar el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el venado".
Fuente; Colaboración de Marco Vinicio Delgado