El nuestro es un pueblo unido a la religión.
Desde la religión chamánica de nuestros antepasados precolombinos, hasta la católica, legado de los españoles; nuestras raíces y destino han sido marcados por las religiosidad.
Vemos evidencia de este fervor en todos los pueblos de Costa Rica; en cada poblado, por más pequeño que sea, se yergue un templo que es el núcleo de actividad cultural.
La belleza de cada uno de estos pequeños edificios es indudable, ya sea por su bagaje histórico o por su significado emocional en el corazón de los feligreses.
Pequeña, grande, oscura, luminosa, alta, baja, suntuosa o sencilla; el factor común que las une es su belleza.
Desde la ermita más sencilla en las montañas más aisladas de Limón, hasta las grandes iglesias coloniales que todavía sobreviven en la ciudad, todas cuenta una historia.
Dentro de su silencio hablan los pueblos que las construyeron y los que ahora viven ahí su fe, se cuentan leyendas en los rostros de los santos y de los niños que corretean en la misa de domingo, sus ecos relatan secretos de una Costa Rica pasada y presente.
Las páginas de la colección de libros de Camilo Rodríguez, uno por provincia, titulado “Templos de Costa Rica” nos permiten recorrer los pasillos y contemplar las fachadas de cientos de iglesias esparcidas en todo el territorio descubriendo mientras observamos en estos monumentos de esperanza, un nuevo semblante de nuestro país.
En su extenso viaje por los rincones de los pueblos más recónditos, esta obra nos lleva por un camino nunca antes probado, nos enseña la extraña mezcla entre naturalidad y complejidad del lenguaje arquitectónico eclesiástico costarricense, mientras nos conduce por una búsqueda cuyo objetivo es encontrarnos con una herencia muchas veces olvidada.
Aunque nuestro país no tiene las grandes catedrales de Europa, nuestros templos son encantadores y tienen la cualidad de atraparnos y evocar recuerdos felices.
Esta colección de libros del periodista Camilo Rodríguez también tiene uno dedicado a los templos de Nicaragua, que por su cercanía geográfica y humana, cuentan una historia similar a la nuestra. Así vemos a ese país con una luz diferente que resalta su abundante herencia, contada a través de sus iglesias, aún más numerosas que las costarricenses y con huellas más latentes de un legado colonial.
En momentos de grandes desafíos para el país y de enormes tareas pendientes, volver los ojos a los secretos escondidos en los templos de nuestra nación es también una tarea que nos ayudará a descubrir quienes somos y para donde vamos.
Colaboración de Walter López Aguilar