Lunes, 06 Mayo 2002 18:00

¿Por qué estamos perdiendo la confianza en nuestras instituciones publicas?

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En nuestra edición de ayer hablábamos de que en nuestro país se ha ido perdiendo gradualmente la confianza en las instituciones del Estado. Según el sociólogo Manuel Barahona, esta situación se inicia en la década de los ochenta, cuando la crisis del país trastoca el apoyo que se daba a las instituciones. Con dolor descubrimos que el estilo de desarrollo social no se acompasaba con el desarrollo económico, y sobrevino la necesidad de un ajuste en el modelo de desarrollo. Afortunadamente las instituciones sociales no fueron desmanteladas según la receta neoliberal que, a la sazón, empezó a prevalecer a escala mundial, pero, a la larga, las restricciones fiscales implicaron el cierre de válvulas para la inversión social. Esto provocó una retraso en el desarrollo de las instituciones, o en el mejor de los casos, sencillamente un estancamiento. Según Barahona, en los casos en que se mantuvo la cobertura de los programas sociales, la merma en la calidad se convirtió en el reverso de la medalla. - Deterioro de la infraestructura de los centros hospitalarios y educativos, - reducción del curso lectivo, - déficit de pupitres en las aulas, - escasa disponibilidad de medicamentos en el Seguro Social, - y las largas esperas para las cirugías, Constituyen ejemplos de esa merma en la calidad de los servicios prestado por las instituciones, lo que empieza a generar una atmósfera de malestar de la ciudadanía, cuyas condiciones de vida se ven amenazadas. Esto se refleja en el ultimo sondeo de opinión del convenio Cid-Gallup CANARA, en el cual un treinta y tres por ciento de los encuestados cree que las instituciones han empeorado sus servicios. Mientras que un cuarenta y uno por ciento opina que se mantienen igual que hace varios años. Además, las escándalos de corrupción en la función pública han provocado un panorama desalentador respecto a la transparencia y la eficiencia en la gestión de las instituciones públicas. Sin embargo, en la conciencia colectiva impera un sentimiento de protección y, en cierto modo, respeto hacia estas instituciones que, aunque han mermado su aporte social por diferentes circunstancias, siguen ofreciendo servicios y atención a los más necesitados.