Esta anécdota ocurrió en la pasada época navideña, Como era de esperar, era toda una experiencia atravesar la ciudad de san José. Peatones caminando rápido, abriéndose paso a empujones y codazos Temerosos de ser asaltados por algún chapulín, Las gentes habían dejado perdido el sentimiento de la alegría, y solo buscaban celebrar una fiesta pagana y divertirse. Triste paradoja, pues el nacimiento de Jesús en Belén debíamos celebrarlo en nuestro corazón, así como su resurrección. Pero volviendo a aquel día, la gente transitaba a la defensiva y listos a ejercer la ley del talión; ojo por ojo y diente por diente. Pero.... siempre hay un pero. El jueves 21 de diciembre, a eso de las diez de la mañana, cuando yo, resignado a atravesar esa ciudad, caminaba por la plaza de la cultura; tal vez inspirado por un ángel o por el espíritu de la Navidad, me ocurrió un milagro. Dentro de ese paisaje gris y sombrío, lleno de sentimientos negativos, se me apareció un destello de luz. Una preciosa niña de unos dieciséis años interpretaba magistralmente con su violín, obras de Bach, Mozart, temas de películas y música de corte popular, escogida con muy buen gusto. Además esa niña, con cortesía que demostraba su buena educación, sonreía a quienes la animaban con una frase amable o la felicitaban por su música. Si hubiesen más personas como esa niña, costa rica sería el paraíso que desearíamos ver, no el infierno en que lo están convirtiendo las actitudes egoístas de sus habitantes. Admiro a esa joven por su generosidad y valentía,, para enfrentarse al monstruo de mil cabezas que es la plaza de la cultura, para ofrecernos algo de lo que mas bello que han hecho algunos creadores, tan elevado que por si solo dignifica nuestra condición de seres humanos: el arte de la música. Por ese rayo de luz que me iluminó el 21 de diciembre, por ese hermoso regalo de Navidad, quiero agradecerle en forma personal a esa joven las esperanzas que hizo nacer en mi corazón. Gracias marisol. Colaboración de Luis Feigenblatt