La agricultura orgánica, al igual que la agricultura tradicional, tiene entre sus prácticas la fertilización.
Sin embargo, los sistemas de fertilización que se emplean en la agricultura orgánica se basan en abonos que utilizan productos orgánicos como materia prima: gallinaza, semolina, miel, levadura, carbón o granza de arroz.
Estos productos, considerados hace poco como basura, son la base para producir abonos orgánicos que se utilizan en la fertilización de hortalizas, y en la regeneración de suelos destinados a actividades agrícolas.
La elaboración de abono orgánico se puede realizar mediante diferentes técnicas.
Una de ellas, llamada bocashi, permite que el abono esté listo en menos de quince días, pues los residuos orgánicos a emplear son mínimos;
otra técnica es el compostaje, que requiere de al menos tres meses para que esté listo, debido a que la base para su elaboración consiste en residuos de hojas o cáscaras.
Un estudio de la Escuela de Ingeniería Agropecuaria Administrativa del TEC determinó que la aplicación repetida de abono con gallinaza logra incrementar la producción, lográndose una mayor fertilidad del suelo cada vez que se aplicó el abono.
Este tipo de abono es útil en suelos pobres porque aumenta la retención del agua, mejora la actividad de los microorganismos del suelo, y aumenta la fertilidad de la tierra,
sin embargo, el tiempo para lograr los rendimientos esperados es más prolongado debido a que no actúan tan rápidamente como los fertilizantes químicos.
Al existir un mercado de consumo para los productos orgánicos debido a que se considera que son más sanos, los agricultores se interesan en producirlos porque consiguen un mayor precio que los productos cultivados tradicionalmente.
Colaboración del Ingeniero Luis Alberto Escoto de la Escuela de Ingeniería Agropecuaria Administrativa del TEC