El infinitivo, al igual que el gerundio y el participio, es una de las formas no personales del verbo.
INSERCIÓN: Se caracteriza por terminar con la desinencia –ar en los verbos de la primera conjugación, por ejemplo los verbos “trabajar” y “hablar”; con la desinencia –er en los verbos de la segunda conjugación como “beber” o “hacer” y con la desinencia –ir en los de la tercera conjugación como “escribir” o “vivir”.
Estos ejemplos corresponden a la forma simple del infinitivo. Pero, señala el experto, también el infinitivo se puede presentar en forma compuesta, por ejemplo: “De haberlo sabido, no habríamos ido”, en cuyo caso aparece el infinitivo haber más otro verbo en participio y con la idea de anterioridad.
Entre los usos más frecuentes del infinitivo está el del infinitivo como sujeto, en este caso puede ir precedido del artículo “el”. Por ejemplo: “El comer despacio ayuda para la buena digestión”.
También el infinitivo puede funcionar como complemento directo. Por eso en la oración: “Ella prefiere acostarse temprano”, lo directamente preferido es “acostarse temprano” que es el complemento directo.
Otro de los usos del infinitivo es como modificador de un nombre, es decir, un sustantivo, en ese caso se caracteriza porque al infinitivo le antecede la preposición “de”, como en la oración: “Tengo la manía de estudiar hasta la madrugada”; en este caso el infinitivo “estudiar” está modificando al nombre “manía”.
También el infinitivo puede funcionar como modificador de un adjetivo. Por ejemplo si se dice: “Ese trabajo es fácil de realizar”, aquí el infinitivo “realizar” está modificando al adjetivo “fácil”.
Todavía hay más usos del infinitivo, pero eso será motivo de otra cápsula. Así que los invitamos a estar atentos a las interesantes e importantes explicaciones que nuestro comentarista Carlos Díaz Chavarría nos entrega en cada sección En defensa de nuestro idioma.
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