Quien podría negar que, en nuestros tiempos los problemas afloran por todas partes, el inconveniente es que, ante esta situación, la gente se enfoca, precisamente, en observar lo malo en vez de tratar de hacer el esfuerzo por ver qué lección positiva le puede generar tal situación, o, simplemente, rescatar los aspectos positivos de su entorno.
Tengamos en cuenta que nuestros pensamientos hablan, muchas veces, de lo que somos, creemos y proyectamos.
Cuando las personas se limitan, únicamente, a ver lo malo de su vida, enfocan toda su energía a una realidad negativa orientada a la ofuscación, la ansiedad, la depresión, el enojo o el pesimismo.
Ante tal panorama, y quizás lo más sano, es el comenzar a fomentar el hábito de generar pensamientos positivos.
Pues si la realidad es que en la vida existen aspectos que van mal y otros bien, se trata, entonces, de enfocar la energía hacia los hechos más positivos.
Las personas con una actitud positiva ven los problemas como una fuente de trascendencia; es decir, antes de dejarse perturbar por ellos, se preparan para afrontarlos y dejar un récord optimista.
Además sustituir los pensamientos negativos por una actitud positiva, puede, perfectamente, evitar trastornos tales como la ansiedad o la depresión.
Definitivamente superar o rendirse ante determinada situación depende, en gran medida, de nuestra actitud ante la vida.
Por ejemplo: si vamos al trabajo, al estudio o de paseo, no podemos controlar el que llueva o no llueva. Pero sí podemos controlar lo que sentimos y cómo actuamos en el caso en que suceda.
Sin embargo, ¿cuántas personas conocemos quienes, aun sin que todavía haya llovido, se ahogan, como popularmente se dice, en un vaso de agua?
Y vayamos más allá, cuántas personas tienen la costumbre de decirse “yo soy muy tonto”, “eso no puedo hacerlo”, “de seguro me va a salir mal”, “para qué intentarlo”, en fin, una serie de repeticiones negativas que lo que hacen es, finalmente, que este tipo de conductas de forma automatizada vaya generando un mal concepto de sí mismo.
Así es. La opinión que tenga cada persona de sí misma va a influir, enormemente, en la concepción de mundo que desarrolle.
Por ello hay que intentar tener un pensamiento alternativo cuando surja uno negativo; es decir, en vez de decir “yo soy muy tonto”, sustituirlo por la expresión “soy capaz de hacer lo que me proponga”, y así con la gran cantidad de frases negativas que bombardean nuestros pensamientos.
Lógicamente este hábito de tener pensamientos positivos supone un gran esfuerzo, pero bien vale la pena fomentarlo para mejorar nuestra autoestima, nuestra relación con los demás y con nuestro entorno.
Haga la prueba, ¡qué podría perder! La próxima vez que lo invadan esos incapacitantes pensamientos negativos, vea a su alrededor, y lo más importante vea en su interior, se dará cuenta de lo mucho positivo que posee y de lo tanto que lo ha ignorado…
Finalmente tenemos vida, y si se nos regaló no es para desperdiciarla, sino para asumirla, desarrollarla y disfrutarla con constante positivismo…
Comentario de Carlos Díaz Chavarría
¡Saludos, y gracias!