Domingo, 21 Septiembre 2008 18:00

IRRESPETO.

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Los valores se han trastocado en el país, la urbanidad  está en una fase crítica de decadencia. El respeto hacia las personas, especialmente a los mayores y a la autoridad, vive una verdadera crisis. Las diferencias se quieren zanjar a gritos, antesala de la violencia.

 Da vergüenza escuchar a una manada de mal educados gritándole improperios al Señor Presidente de la República, a los ministros y a las autoridades eclesiásticas y aquí el tema no es si estamos o no de acuerdo con sus actuaciones, se trata del irrespeto hacia otros seres humanos, algo que nuestros abuelos hubieran corregido de inmediato con una buena reprimenda.

 El Gobernante no cedió ante las provocaciones de los gamberros y esto hay que reconocerlo, porque más de uno hubiera deseado que la Fuerza Pública se abalanzara   contra esta horda de mal amansados y estarían señalando a los humildes policías de matones, gorilas y otra suerte de calificativos.

 Independientemente del color político, uno esperaría que los líderes serios de este país se pronunciaran con vehemencia contra estos desmanes, de los que tarde o temprano terminarán convertidos en víctimas, pero el cálculo electorero y el oportunismo los hace decir: “calladito mas bonito” y este es un acto de cobardía y de corrupción, producto de un silencio cómplice y pendejo.

 Si bien es cierto el fervor cívico vibra en la inmensa mayoría de quienes habitamos esta patria, no nos podemos hacer de la vista gorda ante los desmanes de vulgaridad, que deben ser censurados y con firmeza, donde quiera se presenten.

 Que pena escuchar a algunos vividores de la política cuando agarran el rábano por las hojas y articulan un discurso populachero y bajo, para obviar el meollo de un asunto signado por la vulgaridad y la pérdida de valores ¡que mal lucen pescando en aguas fétidas y nauseabundas!

 ¿Será este un nuevo capítulo de lo que algunos llaman “la democracia de las calles”? Cerremos filas contra el irrespeto y la chabacanería, no permitamos con el silencio cómplice el irrespeto hacia las personas o las instituciones, porque es muy débil el hilo que separa estos actos vergonzosos del irrespeto por la vida.