Que siga en el tapete un problema del que ininterrumpidamente, hemos hablado desde hace un cuarto de siglo y que sigamos vivos como país, da cuentas de que tieneque ser este, un país sumamente rico.
Desde que en 1990, escuché al Presidente entrante quejarse de recibir un país con las “arcas vacías”, seguido del que se quejó de no recibir ni las arcas y terminando por el último, que vaticinó “un año difícil por el desequilibrio fiscal”; todos nos han inundado de discursos de todo tipo sobre la solución de este tema y lo único común además de los discursos vacíos, es que todos nos recetan paquetes de impuestos.
Es mi criterio, que este problema se ha convertido en la excusa perfecta para seguir no solo tapando la ineficiencia de cada Gobierno de turno, que ante la incapacidad de hacer eficiente el uso de los fondos, se justifica y busca eludir su responsabilidad de socarse la faja.
Dice el refrán popular que “en arcas llenas hasta el justo peca” y creo que ha sido la enorme falta de pericia en el manejo de los recursos financieros, lo que hecho que este despilfarro y manejo torpe se hayan institucionalizado y sean ya un problema de décadas, como muchos otros.
La lógica más elemental dicta que si se tienen recursos limitados y que esa es la variable más difícil de controlar, debe ser por el lado del gasto donde deben definirse las alternativas de solución a este añejo problema. Esa solución toca las fibras más sensibles de los políticos, acostumbrados a ver la hacienda pública como la piñata con la que se pierden de vista las prioridades y con la que lograr acallar la voracidad de todos aquellos que ven en los gobiernos, la forma fácil de colocar a sus familiares y amigos en puestos públicos.
La administración de los recursos públicos, tiene como problema principal el dañino y erróneo criterio de que tales recursos no son de nadie, lo cual hace que sean administrados con prácticas de poca eficiencia, de muchas leyes y de muy poca efectividad en el control.
Los objetivos básicos que perseguimos los administradores financieros son fundamentalmente tres: Maximizar las Utilidades, Maximizar la Riqueza y Minimizar el Riesgo. Esos tres objetivos sin embargo, tienen la dificultad de que no son excluyentes, sino vinculantes; lo que significa que no podemos perseguir uno y postergar los otros, ni podemos atender los otros y renunciar al primero.
Dice el Ministro de Hacienda que se le cae la cara de vergüenza ante los organismos financieros internacionales por la imposibilidad del Gobierno para corregir ese problema. La pena no debería ser con esos, a los que les es muy fácil desde los rascacielos de New York dar órdenes a los países subdesarrollados.
Sería bueno, que a los políticos se les caiga la cara de vergüenza pero ante el pueblo que los elige y que reconozcan de una vez por todas, que con discursos demagógicos este serio problema no se ha resuelto ni se resolverá.
El Déficit Fiscal es un problema financiero, que ocupa administradores financieros con una ética muy sólida y con los conceptos de eficiencia financiera bien claros, pues ya estamos hartos de que el déficit fiscal sea un problema financiero manoseado por políticos...