Era un domingo como muchos otros, pero resultó ser especial. A la salida de misa Asdrúbal Campos y Delfín Méndez se sentaron, como solían hacerlo cada domingo, al frente de la Iglesia de Hojancha, a conversar, a compartir las vicisitudes de la semana, o como les decía don Leonardo al pasar frente a ellos, “a arreglar el mundo”.
Iniciaba la década de los noventa. Ya el tema del agua estaba sobre la mesa; las noticias despertaban más y más conciencia en la ciudadanía acerca del problema que enfrentaban muchas comunidades con las fuentes de agua que abastecen sus acueductos. Pero los hojancheños no necesitaban de aquellas noticias para enterarse del problema, pues desde hacía tiempo venían sufriendo las consecuencias del maltrato infringido por años a la naturaleza, especialmente con una desaforada e indiscriminada deforestación, lo que había provocado la disminución de las fuentes de agua potable y hasta la total sequía del río Nosara, símbolo del pueblo y factor fundamental para el asentamiento de la comunidad en aquella localidad.
Asdrúbal dirigió su mirada en las misma dirección de la torre del templo hasta encontrarse, en el fondo, con las hermosas montañas de Monte Romo, allá en las alturas que conforman la cuenca superior del río Nosara, donde yacen las fuentes de agua potable para las poblaciones circunvecinas. Fue entonces que la conversación de aquellos dos lugareños comenzó a marcar el inicio de lo que sería un gran proyecto comunal que el pasado 1 de junio cumplió 18 años: la Reserva Natural Monte Alto y la Fundación que le dio sustento, iniciada por Asdrúbal y Delfín, apoyados inicialmente por otros cuatro vecinos: Edwin González, Braulio Quirós, José Luis Sánchez y Danilo Méndez, y luego por gran cantidad de lugareños y foráneos, mediante donaciones, trabajo y mucha confianza.
Igual que subir aquellas empinadas montañas, así de difícil ha sido para los responsables llegar hasta donde están hoy: un consolidado proyecto ambiental que cuenta ya con 275 hectáreas para la protección de la naciente del río Nosara, el más importante de la región, así como de los mantos acuíferos y del hábitat de cientos de especies de flora y fauna.
La Reserva Monte Alto es además un centro de estudio científico y de promoción de educación ambiental y de las riquezas culturales de la zona: Pilangosta, Pita Rayada, Huacas, Monte Romo, Maravilla, y en general del cantón de Hojancha, y un destino turístico ecológico que ofrece a los visitantes facilidades de hospedaje y senderos que conducen a diferentes sitios de gran belleza escénica.
Así, en esa provincia guanacasteca invadida por un turismo de concreto y consumo, Hojancha, con la Reserva Natural Monte Alto, ofrece la alternativa del frescor de la montaña, la aventura del contacto con la naturaleza y la posibilidad de vivir de cerca el fenómeno de la armonía del ser humano con el entorno natural y consigo mismo.
Era un domingo como muchos otros, pero resultó ser especial. A la salida de misa Asdrúbal Campos y Delfín Méndez se sentaron, como solían hacerlo cada domingo, al frente de la Iglesia de Hojancha, a conversar, a compartir las vicisitudes de la semana, o como les decía don Leonardo al pasar frente a ellos, “a arreglar el mundo”.
Iniciaba la década de los noventa. Ya el tema del agua estaba sobre la mesa; las noticias despertaban más y más conciencia en la ciudadanía acerca del problema que enfrentaban muchas comunidades con las fuentes de agua que abastecen sus acueductos. Pero los hojancheños no necesitaban de aquellas noticias para enterarse del problema, pues desde hacía tiempo venían sufriendo las consecuencias del maltrato infringido por años a la naturaleza, especialmente con una desaforada e indiscriminada deforestación, lo que había provocado la disminución de las fuentes de agua potable y hasta la total sequía del río Nosara, símbolo del pueblo y factor fundamental para el asentamiento de la comunidad en aquella localidad.
Asdrúbal dirigió su mirada en las misma dirección de la torre del templo hasta encontrarse, en el fondo, con las hermosas montañas de Monte Romo, allá en las alturas que conforman la cuenca superior del río Nosara, donde yacen las fuentes de agua potable para las poblaciones circunvecinas. Fue entonces que la conversación de aquellos dos lugareños comenzó a marcar el inicio de lo que sería un gran proyecto comunal que el pasado 1 de junio cumplió 18 años: la Reserva Natural Monte Alto y la Fundación que le dio sustento, iniciada por Asdrúbal y Delfín, apoyados inicialmente por otros cuatro vecinos: Edwin González, Braulio Quirós, José Luis Sánchez y Danilo Méndez, y luego por gran cantidad de lugareños y foráneos, mediante donaciones, trabajo y mucha confianza.
Igual que subir aquellas empinadas montañas, así de difícil ha sido para los responsables llegar hasta donde están hoy: un consolidado proyecto ambiental que cuenta ya con 275 hectáreas para la protección de la naciente del río Nosara, el más importante de la región, así como de los mantos acuíferos y del hábitat de cientos de especies de flora y fauna.
La Reserva Monte Alto es además un centro de estudio científico y de promoción de educación ambiental y de las riquezas culturales de la zona: Pilangosta, Pita Rayada, Huacas, Monte Romo, Maravilla, y en general del cantón de Hojancha, y un destino turístico ecológico que ofrece a los visitantes facilidades de hospedaje y senderos que conducen a diferentes sitios de gran belleza escénica.
Así, en esa provincia guanacasteca invadida por un turismo de concreto y consumo, Hojancha, con la Reserva Natural Monte Alto, ofrece la alternativa del frescor de la montaña, la aventura del contacto con la naturaleza y la posibilidad de vivir de cerca el fenómeno de la armonía del ser humano con el entorno natural y consigo mismo.