Domingo, 27 Julio 2008 18:00

DESMARCARSE

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En fútbol, desmarcarse es alejarse, deshacerse de las marcas. El atacante procura liberarse del defensa que trata de neutralizar su juego. El éxito de un buen delantero consiste en desmarcarse y alcanzar su objetivo: el gol.

También en nuestra vida cotidiana, en la convivencia social, con frecuencia debemos desmarcarnos. Durante la niñez y la juventud eso se hace imprescindible, hay que desmarcarse de las "malas juntas" que pueden atarnos a costumbres y prácticas nocivas y alejarnos de un proyecto de vida que nos permita alcanzar la felicidad, ayudando a que otros también la alcancen. Quienes no se desmarcan de esas vicisitudes, terminan atrapados en ellas y pierden el partido.

Pero igual en nuestra vida de adultos se hace necesario desmarcarse:
hay que hacerlo como trabajador, como vecino, como partidario, como compañero, como aficionado.

Así, un empleado eficiente y honrado se desmarca de los vagabundos para no correr riesgos. En el estadio he visto a personas decentes alejarse de un indeseable que grita improperios a diestra y siniestra sin importarle que haya niños y damas a su alrededor. Los aficionados decentes se desmarcan para que no los confunda con esa clase de energúmenos. Igual en una fiesta las personas sobrias se desmarcan de quienes se embriagan y asumen conductas indecorosas; y en un vecindario, las familias decentes se desmarcan de las problemáticas.

En los grupos políticos se da mucho ese fenómeno; "juntos pero no revueltos" le debiera decir un partidario bienintencionado a uno marrullero; pero desmarcarse de la mostacilla es una práctica muy difícil de aplicar cuando el utilitarismo, el cálculo y el clientelismo se imponen, algo muy común en la política; o cuando el dios dinero lo manda todo, algo muy común en los negocios.

En el sentido apuntado, desmarcarse es un signo de consistencia moral, de coherencia ética, de autenticidad. Por eso los ciudadanos siempre esperamos que los políticos honestos se desmarquen de los deshonestos; que los funcionarios probos se desmarquen de los "choriceros"; que los comerciantes, los hoteleros, los desarrolladores, los industriales, en fin, los empresarios honrados se desmarquen de los sinvergüenzas; que los sindicalistas rectos se desmarquen de los vividores; que los médicos, los abogados, los ingenieros, los contadores, los periodistas, los publicistas, los educadores, los corredores de bienes raíces y todos los buenos profesionales que tiene el país, se desmarquen de aquellos que ensucian su profesión poniéndola al servicio de intereses espurios y no del bienestar de la sociedad que los formó.

Y ahora, al tono de los tiempos, los ciudadanos esperamos que los consultores y asesores honestos, que sin duda los hay, se desmarquen de los "vivillos".

Pero como que nadie quiere hacer olas; así que la espera, también en este caso, podría ser como esperar el tren en la estación de Heredia.