Viernes, 11 Julio 2008 18:00

La mediocridad educativa

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El  reporte del Banco Mundial del dos mi siete, sobre la calidad de la educación en los países latinoamericanos, representa una crítica devastadora sobre el nivel de la educación en la región,  pues mientras que en mil novecientos sesenta el porcentaje de gente que terminaba la escuela secundaria era del siete por ciento en América Latina y del once por ciento en Asia, actualmente los porcentajes son del dieciocho por ciento en América Latina y del cuarenta por ciento en Asia.

¿Pero a qué se debe esto? Bueno, más allá de la evidente diferencia económica, uno de los aspectos que más llama la atención es que en Asia, por ejemplo India, como parte de una creciente competencia por la excelencia educativa, los niños deben someterse a rigurosos exámenes de ingreso a partir del jardín de infantes.

¡Qué contraste con lo que está sucediendo en América Latina!, en donde no todos los centros de enseñanza exigen el haber aprobado un examen de admisión.
    
    No es asunto de obligar a  los niños latinoamericanos a someterse a demoledores exámenes de ingreso al jardín de infantes. No obstante, lo menos que se podría hacer es que los países se comprometan a participar, obligatoriamente, en los exámenes internacionales estandarizados, y a divulgar sus resultados.

     Es decir, medirse a sí mismos respecto del resto del mundo, y actuar en consecuencia, de lo contrario, la mediocridad educativa condenará a los países de la región a quedarse cada vez más atrás del resto del mundo.

     Y esto es desfavorable pues, en la era actual de la economía del conocimiento, los países con sistemas educativos de mala calidad están expuestos, a largo plazo, a un crecimiento más lento, por ejemplo, el éxito económico de Europa del Este, China o India muestra que los países que le apuestan a la calidad de la educación producen bienes más sofisticados, lo cual lleva a reducir la pobreza más rápidamente que los que producen materias primas o bienes con poco valor agregado.

     El desarrollo de la educación no se trata, como muchas veces se maneja en Latinoamérica,  de estar demasiado concentrados en construir escuelas, pero poco preocupados por la calidad de lo que se enseña dentro de ellas.
   

     Es hora de ponerle un alto al culto de  la mediocridad; es indispensable que los docentes comiencen a hacer su trabajo con efectividad y que los alumnos no sean conformistas; es básico hacer que los ciudadanos desarrollen el mínimo deseo de superación personal, en especial, en un planeta en donde el conocimiento es la llave del progreso.

    La competitividad requiere una enseñanza de calidad, desde la base hasta la universidad. Para ello debemos enfocarnos en recuperar la cultura del esfuerzo, la disciplina y la curiosidad intelectual entre los participantes del proceso educativo, como ingredientes fundamentales para una educación de calidad.

     Permanecer impasibles mirando por el espejo retrovisor a un pasado al cual culpar de todos los males del presente, entre ellos la devaluación de la enseñanza, es, lamentablemente, seguir apostando a la calidad educativa como una asignatura pendiente.