Sábado, 04 Septiembre 2010 09:46

Sublime testimonio de entrega y amor

“Está viva en mi recuerdo como una humilde persona que dedicó su existencia al servicio de los más pobres entre los pobres, siempre llena de una energía espiritual inagotable”. Estas fueron algunas de las frases que el Papa Juan Pablo Segundo le dedicara a la Beata Madre Teresa de Calcuta en ocasión de su fallecimiento.

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“La suya ha sido una infiltración de amor”, decían de ella en India. “La Madre Teresa es la mujer más extraordinaria de nuestro siglo. Después de todo, quizá sea, simplemente, una santa”, proclamó el Príncipe Felipe de Inglaterra. “Toda la vida de esta gran mujer fue la brillante encarnación al servicio de los más altos ideales humanitarios de bondad, compasión, entrega y amor”, expresaba el presidente ruso Boris Yeltsin. “Conocerla es sentirse completamente humilde, percibir la fuerza de la ternura y el poder del amor”, decía Indira Gandhi, y en Time, desde los setenta, ya se referían a ella como “una persona a través de la cual se vislumbraba un mundo diferente, una persona a través de la cual brillaba la  luz de Dios”. 


Así como ellos, hemos sido millones las personas quienes hemos visto en la Madre Teresa, y seguimos viendo, a una mujer excepcional, pues el prestigio de Teresa de Calcuta va más allá de un Premio Nobel de la Paz, su renombre se sustentó en ese amar y servir con devoción a los pobres mirando a Jesús en ellos, en ese orar profundo para encontrar las fuerzas para servir con un amor auténtico y en ese proteger a niños abandonados, indigentes, personas con tuberculosis, lepra o SIDA pues, según lo expresaba ella, “nuestra labor es una gota de alivio y esperanza en un océano de sufrimientos, pero si la gota deja de existir, el mar la echará de menos”.


Por eso, a trece años de su muerte, su luz debería seguir brillando quizás con más fuerza y más cercana a nosotros. Porque en este mundo de un caótico estado de desesperanza y falta de humanidad, es imperioso que mantengamos vivos ese espíritu de solidaridad, labor humanitaria, empatía y dimensión espiritual de una forjadora de esperanza como la Madre Teresa de Calcuta, para comprender que quienes yacen en la calle moribundos o abandonados, llenos de suciedad, soledad y enfermedades físicas o espirituales, son criaturas creadas por las manos amorosas de Dios quienes merecen también compañía, atenciones y respeto.


Esa es, precisamente, la principal virtud para el cambio, saber que este planeta necesita más amor al prójimo, de ese “amor intenso que no mide, sino que sólo da”, como nos lo predicaba, infatigablemente, la Madre Teresa de Calcuta.

 


Roguemos a Dios entonces para que, de alguna manera, sepamos aceptar y emular esa vida de compromiso practicada por esta santa mujer quien con afán nos recordaba que “cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios”.

Y a vos, mi inspiradora forjadora de amor, mi admirada Teresa de Calcuta, gracias por tan nobles y excepcionales enseñanzas, porque tu sublime testimonio de vida y amor al prójimo ha sido un diario estímulo para transitar por caminos de un mayor humanismo.

¡Que siempre nos asistas, y, continuamente, nos acompañes desde tu celestial morada!