Por muchos años, el único poder que no recibía mayores críticas y que tenía el favor del pueblo en encuestas y estudios era, precisamente, el Poder Judicial. Pero eso ha cambiado con los años.
Si alguien me hubiera dicho que en el Poder Judicial existía una indagación contra un grupo periodístico a través de la escucha de la central telefónica de un periódico y los teléfonos de algunos periodistas, si alguien me hubiera compartido un relato así, yo habría creído que me estaban dando una broma.
Cuando participé como periodista en la mesa de prensa que organizó Grupo Extra el día lunes, por un momento creí que estaba soñando, que estaba sufriendo por una pesadilla. No termina uno de creer que eso está pasando en Costa Rica, en esta Costa Rica con una sólida imagen internacional por la madurez y la estabilidad de su democracia.
Si la prensa recibe amenazas y los periodistas perdemos la paz porque alguien, o algo, está detrás de nuestras conversaciones telefónicas, es Costa Rica la que sufre un profundo golpe. Jefferson decía que prefería una sociedad con periódicos y sin una democracia que una sociedad con una democracia y sin periódicos. De nuevo, el asunto es que sin prensa libre no hay democracia posible.
Richard Nixon tuvo que renunciar a la presidencia de Estados Unidos por un escándalo de la misma naturaleza de esta denuncia tan valiente de Grupo Extra. El país entero debe detenerse ante esta situación para exigir una explicación y sentar un precedente.
La prensa requiere que se respete sus elementos fundamentales. Como lo ha apuntado el abogado Carlos Serrano, hay que respetar el derecho que tiene el periodista a la reserva de la fuente y el secreto profesional. Eso es lo primero que está en juego en este escándalo. Pero lo que está en el fondo es la salud y el futuro de la democracia costarricense.