Cuando de chiquillo jugábamos bola en la plaza del barrio o en la calle, había un vecinillo cuyos papás tenían plata, por lo que era obvio quien era el dueño de la bola y quién tomaba las decisiones más importantes; como cuál era la conformación de los equipos, quién pateaba primero y hacia cuál cancha jugaba cada equipo. Cuando el marcador le era adverso, entonces alzaba en berrinche, tomaba la bola y decía: así no juego, se largaba sin más explicaciones y nos dejaba a los demás con la frustración de no poder terminar la mejenga.
La manipulación a los demás ha sido su gran compañera de vida y eso le ha permitido estar bien montado en la carreta de la vida fácil, con papá detrás dándole recursos para financiar su vida y aprovechándose de todos cuantos puede. Estos días de rompimiento del quórum legislativo, hizo que viniera a mi mente el recuerdo de aquel vecino berrinchudo que se llevaba la bola y paralizaba el juego.
Desde mayo pasado, cuando le faltó capacidad al PLN para amarrar el manejo del Directorio Legislativo, hemos visto al partido de Gobierno ir perdiendo este juego llamado política. Los desaciertos van desde la negativa a levantarle la inmunidad a un diputado de su fracción, seriamente cuestionado, hasta los discursillos cargados de demagogia cantinflesca que nos ha hecho escuchar la televisión por estos días.
Los hechos a los que nos tienen acostumbrados los diputados de esta legislatura, dan cuenta clara de la crisis que vive nuestra institucionalidad. Ver a los hombres y mujeres que hace menos de 2 años reclamaban un aumentazo salarial, corriendo hacia el cafetín con la “bola” del quórum legislativo con que se juega en el parlamento, es una señal más de la mediocridad que priva allí, de la mezquindad con que se actúa y de la necesidad que tienen estos políticos de siempre, de mantener la piñata de fondos públicos para deleitarse entre despilfarro, burocracia y charlatanada.
Los mismos que hoy aducen emboscadas y anuncian que el presupuesto de gastos superfluos no se toca, son los que en mayo pasado hablaron de filibusterismo legislativo a los que se opusieron al rompimiento del orden constitucional y son los mismos que hoy, siguen enfrascados en pasar a como de lugar este paquetazo fiscal con el que quieren apretarle más la faja a la gente más pobre.
Yo siempre he sido defensor de la democracia y del ejercicio del sufragio, pero entiendo plenamente hoy a todos aquellos que muestran desde ya renuencia de seguir llevando cada 4 años tanta mediocridad a la Asamblea. ¡Tengan cuidado! que la gente se está hartando ya de tanto cinismo.
En 2014 será necesario que recordemos el actuar de esta Asamblea Legislativa. Allí veremos en manos de quien está la bola y bajo qué reglas nos pondremos a jugar el partido de la elección.
De lo que sí pueden estar seguros, es que los costarricenses no saldremos corriendo con la bola de la democracia en la mano, porque entendemos que la democracia es de todos y no es balón de futbol para tratarlo a las patadas o para suspender el partido cuando lo vamos perdiendo.
Comentario de Alexander Hernández Camacho
Cuando de chiquillo jugábamos bola en la plaza del barrio o en la calle, había un vecinillo cuyos papás tenían plata, por lo que era obvio quien era el dueño de la bola y quién tomaba las decisiones más importantes; como cuál era la conformación de los equipos, quién pateaba primero y hacia cuál cancha jugaba cada equipo. Cuando el marcador le era adverso, entonces alzaba en berrinche, tomaba la bola y decía: así no juego, se largaba sin más explicaciones y nos dejaba a los demás con la frustración de no poder terminar la mejenga.
La manipulación a los demás ha sido su gran compañera de vida y eso le ha permitido estar bien montado en la carreta de la vida fácil, con papá detrás dándole recursos para financiar su vida y aprovechándose de todos cuantos puede. Estos días de rompimiento del quórum legislativo, hizo que viniera a mi mente el recuerdo de aquel vecino berrinchudo que se llevaba la bola y paralizaba el juego.
Desde mayo pasado, cuando le faltó capacidad al PLN para amarrar el manejo del Directorio Legislativo, hemos visto al partido de Gobierno ir perdiendo este juego llamado política. Los desaciertos van desde la negativa a levantarle la inmunidad a un diputado de su fracción, seriamente cuestionado, hasta los discursillos cargados de demagogia cantinflesca que nos ha hecho escuchar la televisión por estos días.
Los hechos a los que nos tienen acostumbrados los diputados de esta legislatura, dan cuenta clara de la crisis que vive nuestra institucionalidad. Ver a los hombres y mujeres que hace menos de 2 años reclamaban un aumentazo salarial, corriendo hacia el cafetín con la “bola” del quórum legislativo con que se juega en el parlamento, es una señal más de la mediocridad que priva allí, de la mezquindad con que se actúa y de la necesidad que tienen estos políticos de siempre, de mantener la piñata de fondos públicos para deleitarse entre despilfarro, burocracia y charlatanada.
Los mismos que hoy aducen emboscadas y anuncian que el presupuesto de gastos superfluos no se toca, son los que en mayo pasado hablaron de filibusterismo legislativo a los que se opusieron al rompimiento del orden constitucional y son los mismos que hoy, siguen enfrascados en pasar a como de lugar este paquetazo fiscal con el que quieren apretarle más la faja a la gente más pobre.
Yo siempre he sido defensor de la democracia y del ejercicio del sufragio, pero entiendo plenamente hoy a todos aquellos que muestran desde ya renuencia de seguir llevando cada 4 años tanta mediocridad a la Asamblea. ¡Tengan cuidado! que la gente se está hartando ya de tanto cinismo.
En 2014 será necesario que recordemos el actuar de esta Asamblea Legislativa. Allí veremos en manos de quien está la bola y bajo qué reglas nos pondremos a jugar el partido de la elección.
De lo que sí pueden estar seguros, es que los costarricenses no saldremos corriendo con la bola de la democracia en la mano, porque entendemos que la democracia es de todos y no es balón de futbol para tratarlo a las patadas o para suspender el partido cuando lo vamos perdiendo.
Comentario de Alexander Hernández Camacho