Ese primer grando nunca se olvida, ni los compañeros de clase, y mucho menos a la maestra quien será la guía de cariño y sabiduría en el recorrido por los renglones llenos de letras y figuras irregulares. Esas que el día de mañana escribiran sobre trabajos nobles, descubrimientos científicos, arte, deporte, espiritualidad, poesía, sueños, dolores, angustias, junto con infinitas formas de resolver problemas o conflictos.
Mirar las paredes del aula con coloridas escenas de casitas, la bandera de Costa Rica, la Guaria Morada, palabras como respeto, amor, y obediencia no solo adornan. Enseñan valores para hacer de la educación un sistema lindo, sano y funcional.
Muchos niños lloraran al dejar las faltas de la mamá, otros más libres se van a descubrir lugares y areas de juego. Pero al final se quedrán rodeados de personas amorosas en quien confiar.
El recreo será el momento más anhelado. Ahí la magia cobra fuerza porque ellos en su inocencia y espontaneidad no tardaran en hacer amigos para inventar cada día una conversación, un juego o alguna travesura. Es un tiempo valioso, vital para socializar y aprender las reglas de convivencia, camaradería, aceptación o rechazo de líderes. Especialmente aprenden a dialogar así como a resolver conflictos. Asimilando la vida tal cual es.
Para mí el primer grado en la Escula Johnn D. Roquefeller de Turrialba nunca lo podré olvidar, porque la “Niña” Blanquita Ramíres hizo que me enamorada de los estudios y del amor por enseñar a los niños.
María Ester Flores Sandoval