Sábado, 17 Julio 2010 06:20

Por caminos de avance e innovación

Es indudable que la globalización es una palabra de moda.  Casi a cada paso se habla de ella, pues muchos de los fenómenos sociales que nos afectan, como el comercio internacional o la inmigración, mantienen una relación más o menos estrecha con la globalización.  A menudo, se escucha hablar de la globalización como de una promesa de nuevas oportunidades, ¿pero es esto realmente cierto?
No olvidemos que las nuevas formas de relaciones humanas en el ámbito político, económico o social sólo pueden construirse si recuperamos la capacidad de idear opciones; es decir, nuevas formas de convivencia y de organización de nuestro mundo.
En este sentido, si la globalización es comprendida como una manera inclusiva basada en la cooperación y la seguridad, se estaría apostando a una globalización sustentada en una mayor solidaridad planetaria.
Sin embargo, para solidificar un mundo más solidario, donde no exista la exclusión, es necesario, previamente, un cambio de mentalidad.  Podría ser que esta nueva forma de pensar se vaya operando sólo en algunas personas, pero lo fundamental es que se convertirá en una semilla que irá multiplicando la solidaridad.
No obstante, cuando se habla de “globalizar la  solidaridad”, se debería plantear, a la vez, la necesidad de buscar algunos acuerdos entre todas las mujeres y todos los hombres de nuestra sociedad, a fin de poner en práctica medidas sociales y políticas para conseguir una mayor solidaridad individual y colectiva.
Porque la gran  pregunta es: ¿Cómo podemos entendernos en un mundo que ha expendido sus barreras mediante la globalización, sin algún referente que no sea común a todos?
Del mismo modo que el mundo ha cambiado, también los problemas a los que se enfrenta la humanidad son nuevos, pues se nos presentan en estructuras nuevas, o con un grado de interrelación y complejidad los cuales demandan una mentalidad nueva.
Por ello, la manera de enfrentarse a muchas cuestiones nos sitúa ante la necesidad de abrir nuestra conciencia a nuevos parámetros, a un mundo en donde la globalización, más allá de convertirnos en seres manipulados e indiferentes como algunos creen, se transforme en una pieza fundamental de socialización.
Nuestro mundo, el mundo de cada uno de nosotros, se ha ampliado.  Ya no se trata de nuestro pequeño mundo, llámese familia, barrio o país. Todo lo que hacemos en nuestro entorno cercano influye, posiblemente, en otro lugar distante.
En la actualidad, por ejemplo, el poder tecnológico es tal que cuando alguien emprende ciertas acciones, es necesario que tenga en cuenta las repercusiones que dichas acciones pueden tener en otros lugares distantes del planeta. O como fuimos testigos hace poco, si la crisis económica afecta a las grandes potencias, muy probablemente esto traerá repercusiones en diferentes partes del mundo.
Definitivamente no podemos aislarnos del mundo, si queremos una Costa Rica más próspera, en un mundo de una innegable globalización, debemos tener en cuenta que el progreso y la solidaridad exigen que todos nos pongamos unos anteojos críticos los cuales nos ayuden a superar nuestras miopías para abrirnos a renovados horizontes políticos, económicos sociales y culturales, que en vez de retrasarnos nos ayude a transitar por caminos de avance e innovación.
Es indudable que la globalización es una palabra de moda.  Casi a cada paso se habla de ella, pues muchos de los fenómenos sociales que nos afectan, como el comercio internacional o la inmigración, mantienen una relación más o menos estrecha con la globalización.  A menudo, se escucha hablar de la globalización como de una promesa de nuevas oportunidades, ¿pero es esto realmente cierto?
No olvidemos que las nuevas formas de relaciones humanas en el ámbito político, económico o social sólo pueden construirse si recuperamos la capacidad de idear opciones; es decir, nuevas formas de convivencia y de organización de nuestro mundo.
En este sentido, si la globalización es comprendida como una manera inclusiva basada en la cooperación y la seguridad, se estaría apostando a una globalización sustentada en una mayor solidaridad planetaria.
Sin embargo, para solidificar un mundo más solidario, donde no exista la exclusión, es necesario, previamente, un cambio de mentalidad.  Podría ser que esta nueva forma de pensar se vaya operando sólo en algunas personas, pero lo fundamental es que se convertirá en una semilla que irá multiplicando la solidaridad.
No obstante, cuando se habla de “globalizar la  solidaridad”, se debería plantear, a la vez, la necesidad de buscar algunos acuerdos entre todas las mujeres y todos los hombres de nuestra sociedad, a fin de poner en práctica medidas sociales y políticas para conseguir una mayor solidaridad individual y colectiva.
Porque la gran  pregunta es: ¿Cómo podemos entendernos en un mundo que ha expendido sus barreras mediante la globalización, sin algún referente que no sea común a todos?
Del mismo modo que el mundo ha cambiado, también los problemas a los que se enfrenta la humanidad son nuevos, pues se nos presentan en estructuras nuevas, o con un grado de interrelación y complejidad los cuales demandan una mentalidad nueva.
Por ello, la manera de enfrentarse a muchas cuestiones nos sitúa ante la necesidad de abrir nuestra conciencia a nuevos parámetros, a un mundo en donde la globalización, más allá de convertirnos en seres manipulados e indiferentes como algunos creen, se transforme en una pieza fundamental de socialización.
Nuestro mundo, el mundo de cada uno de nosotros, se ha ampliado.  Ya no se trata de nuestro pequeño mundo, llámese familia, barrio o país. Todo lo que hacemos en nuestro entorno cercano influye, posiblemente, en otro lugar distante.
En la actualidad, por ejemplo, el poder tecnológico es tal que cuando alguien emprende ciertas acciones, es necesario que tenga en cuenta las repercusiones que dichas acciones pueden tener en otros lugares distantes del planeta. O como fuimos testigos hace poco, si la crisis económica afecta a las grandes potencias, muy probablemente esto traerá repercusiones en diferentes partes del mundo.
Definitivamente no podemos aislarnos del mundo, si queremos una Costa Rica más próspera, en un mundo de una innegable globalización, debemos tener en cuenta que el progreso y la solidaridad exigen que todos nos pongamos unos anteojos críticos los cuales nos ayuden a superar nuestras miopías para abrirnos a renovados horizontes políticos, económicos sociales y culturales, que en vez de retrasarnos nos ayude a transitar por caminos de avance e innovación.