He tenido el gran privilegio de ser profesor tanto de una universidad pública como de una privada, y he constatado, a conciencia, la cantidad de mitos que se generan sobre estos centros educativos, en especial, el concepto negativo que se da en torno a los centros de enseñanza privada.
No se trata de defender que todos los centros educativos son ideales e iguales, pero así como he detectado virtudes en el sistema universitario público, también lo he percibido en el privado, e igual cuando se refiere a sus incongruencias.
Por lo tanto, ¿no será un tanto absurdo e inconveniente, para el nivel de calidad buscado en la educación costarricense, el plantear los logros y las problemáticas de la educación como si se estuviera en un cuadrilátero?…
¿Por qué, en vez de abordar este tema como un enfrentamiento, no se plantea como una negociación en búsqueda de consensos, para sumar esfuerzos en el fin último de los centros educativos universitarios: la profesionalización y humanización de sus educandos?...
Esto es, desde mi óptica como docente universitario, más real, sano y coherente. Porque en la realidad no se puede llegar a percibir todo el sistema universitario privado como malo y el sistema universitario público como perfecto, eso sería, sencillamente, una falacia.
Muchos de los centros educativos privados de nuestro país se han convertido en una verdadera y pertinente opción de aprendizaje. Por lo menos, en mi experiencia, mucha de la educación privada universitaria le ha dado una excelente oportunidad de estudio, mediante la oferta de cursos nocturnos, a quienes deben trabajar y estudiar al mismo tiempo, o representa un medio idóneo para quienes deben insertarse con prontitud, debido a su situación económica familiar, en el ámbito laboral.
Además he percibido la exigencia, la calidad, el fomento del pensamiento crítico, la humanización, el incentivo de la participación cívica y la ayuda comunitaria o el permanente estímulo de la comprensión analítica de la realidad social, cultural y política nacional e internacional tanto en algunas de las universidades privadas como en muchas de las universidades públicas.
De ahí que viviré eternamente agradecido con la Universidad de Costa que me formó como profesional, y en gran medida como humano, y me abrió las puertas para ejercer la enseñanza; pero también lo estoy con la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología la cual, bajo parámetros de excelencia, me ha brindado también la gran satisfacción de formar profesionales, ciudadanos, personas responsables, humanistas y críticas de su entorno.
Por eso considero que más allá de la universidad en la que estudiemos, ya sea pública o privada, el ser excelentes profesionales depende, en gran medida, de nosotros en condición de estudiantes. Claro que una buena formación ayuda, y mucho, pero es el esfuerzo, el compromiso y la pasión puestas por el educando constituyen las determinantes de una educación de calidad.
En este sentido recuerdo, con gratitud y nostalgia, las palabras dirigidas por el ex presidente Rodrigo Carazo Odio a algunos de mis estudiantes: “Debemos estudiar para pensar mejor y desde luego que esto resulte una fórmula útil de vida, y eso no es exclusivo de un centro universitario público o privado, es exclusivo de nuestro compromiso por ser cada día mejores”