Viernes, 04 Junio 2010 05:12

MUERTOS PARA EVITAR MUERTES

Pareciera inevitable que el progreso material, y sobre todo el uso irracional de sus beneficios, traiga consigo consecuencias nefastas. Y en el caso de las carreteras indudablemente es así. Si repasamos en nuestras memorias, lo corroboraremos, ya sea por la construcción de una autopista o el lastrado de una calle de acceso a una lejana comunidadPareciera inevitable que el progreso material, y sobre todo el uso irracional de sus beneficios, traiga consigo consecuencias nefastas. Y en el caso de las carreteras indudablemente es así. Si repasamos en nuestras memorias, lo corroboraremos, ya sea por la construcción de una autopista o el lastrado de una calle de acceso a una lejana comunidad.

Hace unos días, viajando por la costanera sur recién inaugurada, al pasar por algunas pequeñas comunidades entre Quepos y Dominical, pude observar grupos de personas, a veces ancianos con niños, esperando para cruzar la nueva vía que atraviesa la población. Ciertamente por ahora el tránsito es poco, pero aun así es muy peligroso para gente –peatones- que no está acostumbrada a estos ajetreos, y sobre todo porque la mayoría de los conductores no tienen la cortesía ni la previsión de aminorar la velocidad.

Pareciera inevitable que el progreso material, y sobre todo el uso irracional de sus beneficios, traiga consigo consecuencias nefastas. Y en el caso de las carreteras indudablemente es así. Si repasamos en nuestras memorias, lo corroboraremos, ya sea por la construcción de una autopista o el lastrado de una calle de acceso a una lejana comunidad.

 

Hace unos días, viajando por la costanera sur recién inaugurada, al pasar por algunas pequeñas comunidades entre Quepos y Dominical, pude observar grupos de personas, a veces ancianos con niños, esperando para cruzar la nueva vía que atraviesa la población. Ciertamente por ahora el tránsito es poco, pero aun así es muy peligroso para gente –peatones- que no está acostumbrada a estos ajetreos, y sobre todo porque la mayoría de los conductores no tienen la cortesía ni la previsión de aminorar la velocidad. Pienso también en las personas que a diario tienen que arreglárselas con los vehículos,  en especial los furgones, que transitan a grandes velocidades por las carreteras que conducen a nuestros puertos y fronteras.

 

Igual realidad percibí a lo largo del trayecto de magnífica estructura entre Aguas Zarcas y Santa Rosa de Poco Sol, y también en una estrecha carreterita que atraviesa la población de Costa de Pájaros, con las casas pegadas a la vía llena de niños a pie y en bicicleta,  y en la que muchos choferes conducen de una manera aterradora, como si se tratara de una pista. Y esa historia se repite a lo largo y ancho del país.

 

Eso, y los irresponsables que conducen como locos en las calles de nuestros barrios, son la causa de la aparición de tantos muertos, de los humanos y de los de cemento, porque estos últimos se los inventó la gente para tratar de evitar los primeros.

 

El problema es por qué son construidos, dónde se ubican, qué características deben tener, quién decide y quién pone orden acerca de los muertos –reductores de velocidad en calles y carreteras-, porque de lo contrario los muertos hechos para evitar muertos pueden traer más muertos. Y esto no es un juego de palabras, es una realidad que se extiende al ritmo de la irresponsabilidad de muchos conductores.

 

En Lourdes, un lindo poblado allá en el camino entre San Vito y Sabalito, en Coto Brus, fueron construidos dos muertos. Suponemos que lo hizo la comunidad para proteger de manera especial a los niños de la escuela, pero sus dimensiones son tan exageradas que aun para el conductor que sabe y se acuerda de su existencia, resultan un obstáculo difícil de pasar sin que el vehículo lo resienta; y por supuesto para quien no conoce aquello es terrible ya que no hay ningún aviso previo, ni pintura que permita verlos con tiempo para reaccionar adecuadamente.

 

Siempre que paso por un muerto en tales condiciones, y son bastantes, pienso en el peligro que representan para conductores manejando a velocidades moderadas, en particular para los motociclistas. Y eso es lo que motiva esta conclusión: ciertamente los muertos son necesarios, en algunos lugares son imprescindibles, pero alguien debe velar porque sus dimensiones, ubicación y posibilidad de ser divisados oportunamente, sean los indicados y así evitar que esos muertos carguen otros muertos sobre sus cementados lomos.