Es la mujer quien, con sacrificios, honradez y lealtad, ha depositado, en el corazón de sus hijos, un legado de apoyo, comprensión y respeto. Es aquel ser abnegado que nunca ha dejado de dar alimento a pesar de la pobreza; quien ha tratado de no sucumbir ante el dolor; quien siempre ha brindado su guía y no ha regateado tiempo para fungir como enfermera, abogada, psicóloga, cocinera o maestra.
Es aquella madre de los hogares desintegrados quien ha luchado contra los infortunios de una sociedad mezquina para mantener a flote su familia. Es la madre adolescente quien ha tenido que madurar, abruptamente, para proteger el fruto de su inexperiencia.
Es aquella quien, con el corazón desgarrado, ha entregado a su hijo en las manos de Dios. Es la madre sustituta, la adoptiva, aquella que ha hecho de su corazón el hogar de algún niño abandonado; o las que, mediante su trabajo en algún albergue u hospital, han alimentado la vida de los pequeños de amor y esperanza.
Es la madre que trabaja y estudia, y aún así, ha buscado el tiempo para organizarse y brindarles calidad de tiempo a sus hijos. Es quien se desborda de alegría ante el éxito de ellos y es feliz en cualquier actividad que ellos escojan. Es el ser que, ante sus hijos lastimados, les muestra compasión ayudándolos, abrazándolos y secándoles las lágrimas.
Madre es quien recién ha sentido palpitar los latidos de una unión que se prolongará eternamente. La que hoy, entre los rincones de sus almas, llora el desprecio y abandono de quienes llevan su propia sangre. La que, desde el firmamento, constituye el astro que iluminan a sus hijos. Es quien, pese a sus imperfecciones, sigue simbolizando uno de los mayores milagros de amor regalados por Dios.
¡Felicidades a todas las mamás y todo el respeto del que son dignas!, por llevar el prodigioso misterio de la vida en sus vientres y almas. Gracias a todas ustedes, madres, porque como dijera San Juan Pablo II, “ustedes se han convertido en la sonrisa de Dios en el camino de vida de cada uno de nosotros, sus hijos”. ¡Muchas gracias, mamás!, por hacer de la palabra madre, la auténtica esencia del rostro del amor...