Este mes de enero me dejó una gran lección de vida: la verdadera Navidad se vive al inicio de cada año, y no como yo creía, no al final de cada diciembre. La verdadera Navidad se vive en enero porque el espíritu de nuestra celebración ya no está ni el 24 ni el 25 de diciembre… Está en el Rezo del Niño.
El músico Alexander Chaves me había dicho varias veces que hiciera un trabajo especial sobre los rezadores de mi pueblo. Esta vez, fui con él en un recorrido por los rezos que organizan en nuestra comunidad.
Me encontré al Niñito Dios, al verdadero protagonista del milagro de la Navidad, al Niñito Dios que nació entre una mula y un buey, en un pesebre de miseria. Le cantan, le rezan, lo alaban, lo agasajan… En Guápiles, Cartago, San José y Grecia, en enero vi al Niñito Dios, no a Santa, o a Santa Claus. No vi al señor regordete que sólo sabe dar regalos a los niños que tienen quién les compre una Navidad consumista.
Hay rezos en los que queman bombetas después de cada misterio, y rezos donde uno ve que vienen hasta buses de gente. Los rezos son fiestas muy especiales en todas las familias que deciden conservar la tradición.
En todas las casas, se nota que los rezadores son como parte de la familia, o visitantes que cada quien recibe como si fueran propios de su casa.
Entre otros, fui a dos rezos amenizados por quince músicos de Cartago, del grupo Bambú, que hacen el rezo con todo y acordeón y dulzaina. En uno de esos rezos amenizados por quince músicos cartagineses, el gran compositor Rodolfo Emilio Morales me presenta al hombre del acordeón, Rafael Bolaños, es el líder del grupo Bambú. Cuando le hablo de los rezos, me cuenta que un día de Navidad, fue a una tienda llena de todo tipo de chucherías para Nochebuena, y cuando la muchacha le preguntó, “señor, ¿qué se le ofrece?”, don Rafael le contestó, “mire, entre este montón de tiliches, ¿usted podría ayudarme a buscar al Niño Dios?”.
Tomo la pregunta para mí mismo, y me respondo que yo sí encontré al Niño Dios, lo encontré en cada casa, con el rezo del Niño.
Los rezadores llegan a cada casa y con ellos nace de nuevo el Niño Dios. Nace en sus gargantas, en sus voces, en sus cantos…
Nace el Niño Dios en cada casa, en enero, lejos de la Navidad consumista. Nace el Niño Dios y los rezadores son como aquellos que siguieron la estrella y celebraron para el mundo el nacimiento del Hijo de Dios, del Niño que vino a cambiar para siempre la historia de la humanidad.
Este mes de enero me dejó una gran lección de vida: la verdadera Navidad se vive al inicio de cada año, y no como yo creía, no al final de cada diciembre. La verdadera Navidad se vive en enero porque el espíritu de nuestra celebración ya no está ni el 24 ni el 25 de diciembre… Está en el Rezo del Niño.
El músico Alexander Chaves me había dicho varias veces que hiciera un trabajo especial sobre los rezadores de mi pueblo. Esta vez, fui con él en un recorrido por los rezos que organizan en nuestra comunidad.
Me encontré al Niñito Dios, al verdadero protagonista del milagro de la Navidad, al Niñito Dios que nació entre una mula y un buey, en un pesebre de miseria. Le cantan, le rezan, lo alaban, lo agasajan… En Guápiles, Cartago, San José y Grecia, en enero vi al Niñito Dios, no a Santa, o a Santa Claus. No vi al señor regordete que sólo sabe dar regalos a los niños que tienen quién les compre una Navidad consumista.
Hay rezos en los que queman bombetas después de cada misterio, y rezos donde uno ve que vienen hasta buses de gente. Los rezos son fiestas muy especiales en todas las familias que deciden conservar la tradición.
En todas las casas, se nota que los rezadores son como parte de la familia, o visitantes que cada quien recibe como si fueran propios de su casa.
Entre otros, fui a dos rezos amenizados por quince músicos de Cartago, del grupo Bambú, que hacen el rezo con todo y acordeón y dulzaina. En uno de esos rezos amenizados por quince músicos cartagineses, el gran compositor Rodolfo Emilio Morales me presenta al hombre del acordeón, Rafael Bolaños, es el líder del grupo Bambú. Cuando le hablo de los rezos, me cuenta que un día de Navidad, fue a una tienda llena de todo tipo de chucherías para Nochebuena, y cuando la muchacha le preguntó, “señor, ¿qué se le ofrece?”, don Rafael le contestó, “mire, entre este montón de tiliches, ¿usted podría ayudarme a buscar al Niño Dios?”.
Tomo la pregunta para mí mismo, y me respondo que yo sí encontré al Niño Dios, lo encontré en cada casa, con el rezo del Niño.
Los rezadores llegan a cada casa y con ellos nace de nuevo el Niño Dios. Nace en sus gargantas, en sus voces, en sus cantos…
Nace el Niño Dios en cada casa, en enero, lejos de la Navidad consumista. Nace el Niño Dios y los rezadores son como aquellos que siguieron la estrella y celebraron para el mundo el nacimiento del Hijo de Dios, del Niño que vino a cambiar para siempre la historia de la humanidad.