Jueves, 11 Septiembre 2014 07:43

Las nuevas exclusiones.

Hoy día hay que retomar un dato: occidente hunde sus raíces en la confluencia de los ecos que nos vienen de Jerusalén, Atenas y Roma. Nadie lo puede negar.

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Sin embargo, hoy padecemos algunos males nefastos que parecen negar el dato anterior.

Por ejemplo, algunos corrientes marcadas por el humanismo ateo han intentado, por las buenas o las malas, imponer la exclusión de Dios en el marco de la gran cultura occidental. Los ataques constantes a las humanidades han empobrecido la perspectiva de visión de nuestras juventudes y, finalmente, el laicismo hostil que pulula en nuestros contextos genera incertidumbre, promueve el olvido de la memoria y favorece un relativismo atroz.

Curiosamente, unos de los recintos donde mas se ha caído en estos vicios que afectan nuestras raíces culturales, son las universidades.

Tomadas por gentes de izquierda, muchos centros de educación superior niegan la posibilidad de expresarse y de promover visiones del ser humano mas integrales a muchos de sus docentes y alumnos. Incluso, no ha faltado el momento, en que se niega o boicotea la posibilidad de una persona, que algunos por alguna razón llegó a catalogar como de “conservadora” o peor aún, “de derechas”, de expresar pacíficamente lo que piensa o desea denunciar.

Hoy día, tiempos en que hablar de tolerancia o respeto activo está tan de moda, toda alma mater de cualquier universidad debería proponerse miras menos estrechas. Se debería, de esta manera, temer menos a quienes piensa diferente o a quien considera que el ideal de la vida social pasa de lejos de conceptos como deconstrucción o laicismo sin mas.

Hay que equilibrar balanzas. En un contexto plural y democrático toda voz se escucha y nada se reprime, menos aún, se excluye.

La izquierda no debe reprimir porque sería llegar de nuevo a momentos oscuros de la historia en que hubo mas mártires de la cuenta. La derecha no reprime a la izquierda porque se llega a mas de los juicos sumarios que luego no se desean aceptar.

En una universidad, por mas pública, laica o de izquierdas que imaginemos siempre debe haber espacio para la voz de todos. De lo contrario, el que se llama progresista caería en lo que detesta en los otros, esto es, tener siempre y de modo exclusivo, la razón en todo.