Casos como el del exfutbolista Rolando Fonseca y muchos otros deben mover a la meditación, ante la simple acusación, con fines no siempre claros, se monta un show mediático y cuando se desestima la causa, en el mejor de los casos una pequeña nota da cuenta de la absolutoria y para decir verdad, eso no es para nada justo, máxime con los estragos para la vida de la víctima, que en nuestro régimen tiene derecho a la presunción de inocencia, en tanto los tribunales de justicia no dicten sentencia firme.
Algunos personajes se encargan de plantear denuncias a diestra y siniestra e inmediatamente las refieren a los medios de comunicación, que en la mayoría de los casos muerden el anzuelo y si bien procuran la versión del acusado, la desproporción de los titulares y las notas los colocan al borde de la indefensión, hasta terminar triturados en ese tribunal inclemente denominado redes sociales, donde cualquiera se erige en juez y le hace coro al victimario de turno.
La legislación de prensa en nuestro país es obsoleta, el marco general sigue desajustado, más desde hace un par de lustros o menos, cuando irrumpió con fuerza la comunicación digital que sigue como moro sin señor.
Hace falta un debate desapasionado y maduro con respecto al rol de los medios de comunicación social, la Asamblea Legislativa debería ser el foro natural para sentar a la mesa a los diversos actores, no es justo que algunas personas sigan solas recogiendo las plumas de su mancillado honor, en tanto muchos se desgarran sus mugrosas vestiduras que disumulan pudendos derechos humanos que ni por asomo respetan.