Las poblaciones costarricenses ubicas en la margen sur del Río San Juan, vieron llegar con la carretera 1856 el desarrollo a sus comunidades al tener, por primera vez en su historia, comunicación terrestre con el resto del territorio nacional. Pero también, según me contaron, igual les llegó el agua potable, la electricidad, la telefonía y hasta el internet.
Sus pobladores hicieron suyo el viejo dicho popular de que nunca es tarde, cuando la dicha es buena; si se quiere estaban hasta agradecidos con Ortega por la invasión a Isla Los Portillos o Calero como otros le dicen pues esa acción había sido el detonante para que las autoridades nacionales vieran, aunque fuera por razones diferentes, la urgencia de abrir un acceso por vía terrestre a esa parte de Costa Rica.
Quienes seguíamos de cerca, desde el inicio, esas obras de infraestructura vial, nunca nos hubiéramos imaginado que detrás ellas había un gran chorizo, todo lo contrario, estábamos muy emocionados por las rápidas decisiones y acciones que un tiempo relativamente corto, se había tomado y el avance en construcción de la carretera.
Decepción de decepciones, cuando unos diputados hicieron las primeras denuncias de corrupción y después la Presidente Chinchilla las confirma y se inicia el ventilar en la prensa de todo lo mal actuado en la llamada carretera 1856, amparados a un decreto de emergencia nacional. Este tema si quiere además de ser un acto más de corrupción, con todo lo censurable, que una acción así puede recibir; es además casi un acto de traición a la Patria pues le dio argumentos al gobierno sandinista para ser utilizados en el entorno internacional contra lucha que Costa Rica da ante la Corte de Justicia de La Haya.
No quiero seguir reforzando la pérdida de credibilidad de los costarricenses en sus gobernantes, funcionarios públicos, instituciones y lo más peligroso en el sistema democrático pues primero porque no se debe generalizar y segundo, porque la democracia puede tener cualquier cantidad de debilidades y defectos pero es sin duda el mejor sistema para garantizar una efectiva convivencia social.
Concluyo diciendo que si algo bueno se puede decir de esta lamentable experiencia, es que el gobierno llevó, por las razones que fueran, mejores condiciones de infraestructura a poblaciones de costarricenses que estaban en el mayor abandono, desde siempre y con estas esos cientos o miles de costarricenses, vieron mejoradas sus condiciones de vida.
La carretera de la Dignidad, como inicialmente fue conocida, debe retomar ese nombre pero ya no ligado al conflicto fronterizo con Nicaragua, sino referido a la dignidad de las personas que viven en esa zona históricamente olvidada; el gobierno y todo el país tienen una deuda con ella y deben hacer lo necesario para que esas obras no queden inconclusas y además que las reparaciones obligadas para, al menos, medio subsanar el daño al ambiente, sean realizadas. Y que no se nos diga que no hay dinero pues si lo hubo para que unos inescrupulosos y malos patriotas se lo llevaran, lo debe haber para cumplir con los costarricenses que habitan, se educan y trabajan en esa región del país.
Las poblaciones costarricenses ubicas en la margen sur del Río San Juan, vieron llegar con la carretera 1856 el desarrollo a sus comunidades al tener, por primera vez en su historia, comunicación terrestre con el resto del territorio nacional. Pero también, según me contaron, igual les llegó el agua potable, la electricidad, la telefonía y hasta el internet.
Sus pobladores hicieron suyo el viejo dicho popular de que nunca es tarde, cuando la dicha es buena; si se quiere estaban hasta agradecidos con Ortega por la invasión a Isla Los Portillos o Calero como otros le dicen pues esa acción había sido el detonante para que las autoridades nacionales vieran, aunque fuera por razones diferentes, la urgencia de abrir un acceso por vía terrestre a esa parte de Costa Rica.
Quienes seguíamos de cerca, desde el inicio, esas obras de infraestructura vial, nunca nos hubiéramos imaginado que detrás ellas había un gran chorizo, todo lo contrario, estábamos muy emocionados por las rápidas decisiones y acciones que un tiempo relativamente corto, se había tomado y el avance en construcción de la carretera.
Decepción de decepciones, cuando unos diputados hicieron las primeras denuncias de corrupción y después la Presidente Chinchilla las confirma y se inicia el ventilar en la prensa de todo lo mal actuado en la llamada carretera 1856, amparados a un decreto de emergencia nacional. Este tema si quiere además de ser un acto más de corrupción, con todo lo censurable, que una acción así puede recibir; es además casi un acto de traición a la Patria pues le dio argumentos al gobierno sandinista para ser utilizados en el entorno internacional contra lucha que Costa Rica da ante la Corte de Justicia de La Haya.
No quiero seguir reforzando la pérdida de credibilidad de los costarricenses en sus gobernantes, funcionarios públicos, instituciones y lo más peligroso en el sistema democrático pues primero porque no se debe generalizar y segundo, porque la democracia puede tener cualquier cantidad de debilidades y defectos pero es sin duda el mejor sistema para garantizar una efectiva convivencia social.
Concluyo diciendo que si algo bueno se puede decir de esta lamentable experiencia, es que el gobierno llevó, por las razones que fueran, mejores condiciones de infraestructura a poblaciones de costarricenses que estaban en el mayor abandono, desde siempre y con estas esos cientos o miles de costarricenses, vieron mejoradas sus condiciones de vida.
La carretera de la Dignidad, como inicialmente fue conocida, debe retomar ese nombre pero ya no ligado al conflicto fronterizo con Nicaragua, sino referido a la dignidad de las personas que viven en esa zona históricamente olvidada; el gobierno y todo el país tienen una deuda con ella y deben hacer lo necesario para que esas obras no queden inconclusas y además que las reparaciones obligadas para, al menos, medio subsanar el daño al ambiente, sean realizadas. Y que no se nos diga que no hay dinero pues si lo hubo para que unos inescrupulosos y malos patriotas se lo llevaran, lo debe haber para cumplir con los costarricenses que habitan, se educan y trabajan en esa región del país.