Jueves, 25 Febrero 2010 18:00

Sociedad del conocimiento

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Si hay un aspecto en el que una gran mayoría de personas coincide, es que estamos inmersos en una trascendental era del conocimiento, es decir, entre mejor informados estemos, entre mejor podamos ser analíticos de nuestro entorno, entre más tomemos posiciones reflexivas ante las problemáticas que se nos presenten, mejor preparados estaremos para enfrentar exitosamente, esta competitiva, compleja y demandante sociedad.

Lo lamentable, y hasta irónico, es que a sabiendas de la necesidad de que las personas estén cada día más preparadas, ¿cuántas de ellas prefieren seguir estando dentro de una caverna de mediocridad, apatía e ignorancia?, ¿cuántas realmente se están preocupando por lograr estándares eficaces de conocimiento?, ¿cuántas desean salir, a conciencia, de la ceguera intelectual para ser protagonistas de esta era del conocimiento?, ¿cuántas sienten paradójicamente, una gran aversión por el esfuerzo intelectual a pesar de que este pueda alcanzarse fácilmente?...

Y lo más sorprendente es cuando este hecho afecta al ámbito educativo, es decir, cuando encontramos alumnos quienes desperdician esa gran oportunidad de estudio que poseen al no poner empeño en sus labores académicas, cuando se conforman con una nota mínima, cuando su aporte al aprendizaje en clase es mínimo o cuando se nota que el estudiar es más una tortura que una satisfacción y una oportunidad de desarrollo personal y profesional.

Porque uno perfectamente se podría preguntar ¿si algunos de esos trabajadores a quienes hoy les molesta tanto plasmar un trabajo efectivo, a quienes les fastidia tanto levantarse temprano para ir al trabajo, que tanto les desagrada cumplir con un horario, que buscan cualquier excusa para ausentarse del trabajo o que tanto ansían laborar poco pero ganar mucho, no habrán tenido, precisamente, ese comportamiento mientras eran estudiantes?...

Por eso, en esta época de la información y el conocimiento, no se justifica que las personas, por apatía intelectual, no hayan comprendido a cabalidad, o no lo quieran hacer, que instruirse, conocer, opinar y reflexionar son habilidades fundamentales en la formación de una sociedad más democrática y sana, pues quien se aleje del conocimiento, será más fácilmente vulnerable a la manipulación.

No obstante, ¿cuántas personas, realmente, le dedican tiempo al fomento del conocimiento?... Y no hablo de estar exclusivamente inmersos en un ámbito educativo, sino de ejercer un proceso analítico mediante la lectura de textos que nos dejen una reflexión o enseñanza, la observación de programas de televisión que fomenten valores y un sentido crítico, la escucha de programas de radio que promuevan una inteligente y sana información o el rodearse de personas quienes nos hagan crecer intelectual y espiritualmente, todo ello para alcanzar una adecuada toma de criterio y de autorregulación.

De lo que se trata no es de convertirnos en eruditos, sino de tener la habilidad de sustentar racionalmente nuestras opiniones, de ser proposititos, no conformarnos con lo menos o de plasmar una comunicación oral o escrita inteligente para incorporarnos, con éxito, en esta sociedad del conocimiento, pues tal y como lo expresaba el filósofo y humanista francés Montaigne: “La misión del conocimiento no es descubrir los ojos del hombre, sino guiarlo, gobernarlo y dirigir sus pasos a condición de que tenga piernas y pies para caminar”.

A todas luces, el fomentar la participación activa de la mente, el solidificar el desarrollo del aprendizaje, la creatividad y el análisis, el apostar por el conocimiento, es solidificar el presente de nuestras acciones y garantizar el conocimiento futuro de las nuevas generaciones, en la búsqueda de un mundo más justo, preparado, inteligente, analítico y humanista.