El educador costarricense Rodrigo Facio dijo: “El solo hecho de ingresar a una organización cooperativa, denota ya, sentimientos de solidaridad y bases de educación importantísimos”. Hace 105 años, se fundó en nuestro país la primera entidad cooperativa, bautizada como “Sociedad Obrera Cooperativa”, era de artesanos quienes buscaban comercializar productos básicos de consumo.
Un siglo después, según el último censo cooperativo realizado en el 2012, el país cuenta con casi 600 cooperativas, las que brindan empleo al 40% de la población económicamente activa. Los aportes del movimiento van más allá, bajo el principio de responsabilidad y compromiso con las comunidades, la inversión social durante ese 2012 se estimó en 10 mil 113 millones de colones. Un monto que se traduce en programas educativos, campañas en pro del medio ambiente, mejoramiento de la infraestructura nacional y ante todo, un aporte social real a la calidad de vida de las personas.
Recordemos que el movimiento cooperativo sin proyección social pierde su razón de ser. La riqueza financiera, no tiene sentido si no logra convertirse en riqueza social. Ningún esfuerzo valdrá la pena si no logramos transmitir el bienestar a las personas, a nuestra sociedad y al mundo en general. Acción Política, Medio Ambiente y Bienestar Social son tres espacios de reflexión obligatorios para el movimiento cooperativo. Es por eso, que hoy más que nunca, la labor cooperativa debe sacar a relucir las virtudes de sus acciones y valores constitutivos.
Nunca olvidemos que las cooperativas tenemos el deber y el poder de actuar para un futuro sostenible, así como continuar siendo el motor de la economía que permite distribuir en forma equitativa las riqueza que generamos para el bien de la sociedad.
Las cooperativas tenemos el reto de formar gente orgullosa de ser cooperativista, comprendiendo que uno de los elementos fuertes del cooperativismo es la sinergia, es decir la suma de energías individuales, con voluntad y alegría en pos de la construcción de un mundo mejor.