Miércoles, 29 Febrero 2012 06:42

La hora estudiantil de 6 a 7 a. m.

A propósito del regreso al año escolar 2012, se me revive el inicio de las clases hace cuarenta y nueve años cuando entré a primer grado y lo que significó esa hora de seis a siete de la mañana durante toda mi vida estudiantil.
Fue la hora de mayor inspiración, de fiebre deportiva, de entusiasmo por compartir el día completo de clases, del encuentro o reencuentro con los compañeros y las maestras de la Escuela Josefina López de Huertas en la ciudad de Santa Cruz, en Guanacaste; hora durante la cual oníricamente columpiaba, entre el presente y el futuro, el péndulo de los sueños. No existió ninguna hora que rindiera más, desde levantarse, bañarse, desayunar, alistarse, revisar el bulto  y  caminar largos trayectos para llegar a tiempo a esa Escuela como a cualquier otra, antes del tañido cotidiano de la campana, sonido que marca llegar a tiempo a la meta.
Esa hora significó para nuestra generación: disciplina, orden, hábitos de higiene personal, la buena presentación del uniforme, el buen cepillado de dientes y limpieza de las uñas; detalles que la “niña” revisaba a la hora de entrar al aula. Ese proceso de revisión era muy estricto, por tal razón muy de vez en cuando algunos estudiantes, cuyos padres confundían la pobreza con la falta de higiene, fueron devueltos a sus casas.  A las 7 a. m., de seguido se comenzaban a escuchar las dulces melodías del violín del maestro de música, instrumento bello que lastimosamente se ha ido dejando de lado en la bajura guanacasteca.
Se hace esta referencia en esta época del año como reconocimiento a la labor de las personas dedicadas a la docencia, cuya responsabilidad por el futuro de la niñez costarricense es tan delicada; suponiendo que para estos educadores también esa hora, de 6 a 7 de la mañana, puede tener un significado parecido, con el retórico lema para los educandos: Aquí estudiamos para ser mejores.
Ha sido la hora crucial, la hora de suspenso, determinante del porvenir de cada estudiante, el gran primer paso para el desarrollo humano, no sólo para aprender a leer y escribir sino para lograr en todo el resto del proceso educativo, una alfabetización de más alto nivel, nos que permita con pensamiento creativo hacer una lectura critica de las circunstancias cambiantes del entorno en que nos ha tocado vivir y de  los signos de los tiempos actuales de un mundo globalizado.
En resumen, sigue siendo la educación el más digno medio para lograr en paz el desarrollo humano y consecuentemente la anhelada movilidad social, y esto lo posibilita el régimen democrático del que gozamos en nuestra querida Costa Rica. Todo es cuestión de dar el gran paso hacia los centros educativos en esa gran hora, de 6 a 7 de la mañana. ¡Feliz día!
A propósito del regreso al año escolar 2012, se me revive el inicio de las clases hace cuarenta y nueve años cuando entré a primer grado y lo que significó esa hora de seis a siete de la mañana durante toda mi vida estudiantil.
Fue la hora de mayor inspiración, de fiebre deportiva, de entusiasmo por compartir el día completo de clases, del encuentro o reencuentro con los compañeros y las maestras de la Escuela Josefina López de Huertas en la ciudad de Santa Cruz, en Guanacaste; hora durante la cual oníricamente columpiaba, entre el presente y el futuro, el péndulo de los sueños. No existió ninguna hora que rindiera más, desde levantarse, bañarse, desayunar, alistarse, revisar el bulto  y  caminar largos trayectos para llegar a tiempo a esa Escuela como a cualquier otra, antes del tañido cotidiano de la campana, sonido que marca llegar a tiempo a la meta.
Esa hora significó para nuestra generación: disciplina, orden, hábitos de higiene personal, la buena presentación del uniforme, el buen cepillado de dientes y limpieza de las uñas; detalles que la “niña” revisaba a la hora de entrar al aula. Ese proceso de revisión era muy estricto, por tal razón muy de vez en cuando algunos estudiantes, cuyos padres confundían la pobreza con la falta de higiene, fueron devueltos a sus casas.  A las 7 a. m., de seguido se comenzaban a escuchar las dulces melodías del violín del maestro de música, instrumento bello que lastimosamente se ha ido dejando de lado en la bajura guanacasteca.
Se hace esta referencia en esta época del año como reconocimiento a la labor de las personas dedicadas a la docencia, cuya responsabilidad por el futuro de la niñez costarricense es tan delicada; suponiendo que para estos educadores también esa hora, de 6 a 7 de la mañana, puede tener un significado parecido, con el retórico lema para los educandos: Aquí estudiamos para ser mejores.
Ha sido la hora crucial, la hora de suspenso, determinante del porvenir de cada estudiante, el gran primer paso para el desarrollo humano, no sólo para aprender a leer y escribir sino para lograr en todo el resto del proceso educativo, una alfabetización de más alto nivel, nos que permita con pensamiento creativo hacer una lectura critica de las circunstancias cambiantes del entorno en que nos ha tocado vivir y de  los signos de los tiempos actuales de un mundo globalizado.
En resumen, sigue siendo la educación el más digno medio para lograr en paz el desarrollo humano y consecuentemente la anhelada movilidad social, y esto lo posibilita el régimen democrático del que gozamos en nuestra querida Costa Rica. Todo es cuestión de dar el gran paso hacia los centros educativos en esa gran hora, de 6 a 7 de la mañana. ¡Feliz día!

Marcos de Jesús Gutiérrez Rodríguez