Pese a que la economía creció, también creció la desigualdad y aumentó el desempleo (donde los sectores más golpeados son los jóvenes, las mujeres, y las personas con baja escolaridad). El Estado Costarricense no ha logrado tiene dieciocho años de haberse estancado en la lucha contra la pobreza, que se ha mantenido desde 1994 alrededor del 20% y que hoy asciende a un 21,6% de los hogares costarricenses. Nunca en Costa Rica hubo tantos pobres como hoy que tenemos más de 1 140 000 pobres.
¿Qué plantea el gobierno para darle un giro a esta realidad nacional con una pobreza estancada y mayor desigualdad social (donde el 20% más rico gana 18 veces lo que gana el 20% más pobre)? Fue el año pasado que el gobierno intentó hacer pasar a la fuerza una reforma fiscal que a quienes más afectaba era a los pobres; además, redujo la inversión social per cápita en un 1,6%.
Además, el tema de la ayuda y las transferencias sociales van más allá de un simple conteo de la magnitud del gasto. El problema es principalmente de gestión. La burocracia y la tramitología hacen que proporciones significativas del presupuesto de las entidades que se encargan de la ayuda social se gasten en salarios, erosionando el monto final que llega a la población objetivo.
Como si lo anterior fuera poco, la existencia de filtraciones hace que personas de pocos escrúpulos se aprovechen a manos llenas de beneficios que no les corresponden: de acuerdo al Estado Nación, el 20% más rico de la población recibe un 21,9% de la inversión social pública. Es decir, los más ricos son el segundo quintil que más se beneficia de una inversión que va dirigida a los que menos tienen. Si a eso se le suma que el 20% más pobre del país apenas percibe un 23,4% de esta inversión nos damos cuenta que los ricos se aprovechan de la inversión social casi tanto como los más pobres. Esto no puede ser.
Para salir del estado de estancamiento en el que el país se encuentra, lo único que se necesita es voluntad política: un gobierno que de verdad se muestre interesado en hacer cambios, en ser proactivo, en marcar una diferencia no aumentando el gasto –menos en estos momentos en donde aún seguimos pagando el déficit heredado de la administración anterior– sino mediante una mejora en la gestión, para hacer que la inversión social llegue a quien verdaderamente corresponde. Patricia Pérez Hegg