No hay duda, la Caja es la institución emblema del ideal de solidaridad y de seguridad social que en la pasada década de los cuarenta, muchos costarricenses, bajo el liderazgo de ilustres conciudadanos, echaron a andar. En aquel entonces y hoy, hubo y hay mentes torcidas por el egoísmo y la ambición, que vieron y siguen viendo en la Caja un estorbo a su mezquindad. Unos, porque carecen de visión social y por tanto son incapaces de valorar lo estratégico de su existencia como herramienta de paz y armonía, de tranquilidad para todos. Esos, desde entonces, ven en sus aportes financieros a la Caja, única y exclusivamente un gasto y nunca una inversión social que redunda en su propio bienestar y el de sus familias.
Por eso cada mes lloran a lágrima tendida por el pago de cuotas al Seguro, o, preferiblemente, se las ingenian para no pagarlas y entonces, suponemos, lejos de llorar, cada fin de mes celebran a lo grande tan pírricos triunfos.
Otros, que sí tienen visión pero toda puesta al servicio de sus desmedidas ambiciones, ven en la Caja una competencia a esos macros negocios que siempre han existido alrededor de la salud y que últimamente se han acrecentado y por tanto, pareciera ser una ley de la riqueza, quieren más y más y más. Y como parte de su estrategia, algunos de esos enemigos mantienen lucrativas relaciones empresariales o profesionales con esa institución, otra vez, apadrinados por el poder económico-político. Todos lo vemos y muchos lo sentimos e irónicamente, ayudamos a que semejante proceso siga su marcha ascendente.
Pero además pareciera que algunas instituciones nacen con el germen de su propia destrucción, y si no nacen con él, para no parecer fatalista, más temprano que tarde lo adquieren. Tal es el caso, innegablemente, de la Caja del Seguro. Así las cosas, a la par del servicio humanitario, profesional, abnegado, eficiente que por setenta años han brindado funcionarios de la Caja, de todos los niveles, un servicio del que todos somos testigo y muchos, cientos de miles de habitantes de este país, directos beneficiarios, a la par, se han venido desarrollando y consolidando una cantidad de vicios, encubados allí mismo, en el seno de la institución, algunos prohijados y hasta impulsados por la administración, y por supuesto palanqueados por funcionarios que encontraron en esta buena madre una inmejorable fuente para satisfacción de sus insaciables apetitos.
Tan nefastos como aquellos que sueñan con destruir a la Caja desde afuera, estos parásitos, en algunos casos amparados en el poder político, en no pocas ocasiones vestidos de gabacha y muchas otras con el carné de sindicalistas, han drenado a la institución, algunos de ellos, ironía de ironías, dizque en nombre de los asegurados.
Por eso, ante la magnitud de la crisis a la que han llevado estos francotiradores externos y estos parásitos internos a nuestro Seguro Social, no dudo en señalarlos como responsables. Y a toda esa lacra, le sumo, sin dudarlo tampoco, a quienes abusan de los servicios de la Caja pues, por ignorancia o mala fe, también han atentado contra la solidez de que debiera gozar tan preciada y estratégica institución.
Veremos quienes asumen la responsabilidad histórica de defender a la CCSS, de liderar su reivindicación y de encarrilarla de nuevo por el camino que soñaron sus creadores. Ojalá sea pronto, y que todos quienes creemos en la Caja nos sumemos sin reparos a tan trascendental causa.
No hay duda, la Caja es la institución emblema del ideal de solidaridad y de seguridad social que en la pasada década de los cuarenta, muchos costarricenses, bajo el liderazgo de ilustres conciudadanos, echaron a andar. En aquel entonces y hoy, hubo y hay mentes torcidas por el egoísmo y la ambición, que vieron y siguen viendo en la Caja un estorbo a su mezquindad. Unos, porque carecen de visión social y por tanto son incapaces de valorar lo estratégico de su existencia como herramienta de paz y armonía, de tranquilidad para todos. Esos, desde entonces, ven en sus aportes financieros a la Caja, única y exclusivamente un gasto y nunca una inversión social que redunda en su propio bienestar y el de sus familias.
Por eso cada mes lloran a lágrima tendida por el pago de cuotas al Seguro, o, preferiblemente, se las ingenian para no pagarlas y entonces, suponemos, lejos de llorar, cada fin de mes celebran a lo grande tan pírricos triunfos.
Otros, que sí tienen visión pero toda puesta al servicio de sus desmedidas ambiciones, ven en la Caja una competencia a esos macros negocios que siempre han existido alrededor de la salud y que últimamente se han acrecentado y por tanto, pareciera ser una ley de la riqueza, quieren más y más y más. Y como parte de su estrategia, algunos de esos enemigos mantienen lucrativas relaciones empresariales o profesionales con esa institución, otra vez, apadrinados por el poder económico-político. Todos lo vemos y muchos lo sentimos e irónicamente, ayudamos a que semejante proceso siga su marcha ascendente.
Pero además pareciera que algunas instituciones nacen con el germen de su propia destrucción, y si no nacen con él, para no parecer fatalista, más temprano que tarde lo adquieren. Tal es el caso, innegablemente, de la Caja del Seguro. Así las cosas, a la par del servicio humanitario, profesional, abnegado, eficiente que por setenta años han brindado funcionarios de la Caja, de todos los niveles, un servicio del que todos somos testigo y muchos, cientos de miles de habitantes de este país, directos beneficiarios, a la par, se han venido desarrollando y consolidando una cantidad de vicios, encubados allí mismo, en el seno de la institución, algunos prohijados y hasta impulsados por la administración, y por supuesto palanqueados por funcionarios que encontraron en esta buena madre una inmejorable fuente para satisfacción de sus insaciables apetitos.
Tan nefastos como aquellos que sueñan con destruir a la Caja desde afuera, estos parásitos, en algunos casos amparados en el poder político, en no pocas ocasiones vestidos de gabacha y muchas otras con el carné de sindicalistas, han drenado a la institución, algunos de ellos, ironía de ironías, dizque en nombre de los asegurados.
Por eso, ante la magnitud de la crisis a la que han llevado estos francotiradores externos y estos parásitos internos a nuestro Seguro Social, no dudo en señalarlos como responsables. Y a toda esa lacra, le sumo, sin dudarlo tampoco, a quienes abusan de los servicios de la Caja pues, por ignorancia o mala fe, también han atentado contra la solidez de que debiera gozar tan preciada y estratégica institución.
Veremos quienes asumen la responsabilidad histórica de defender a la CCSS, de liderar su reivindicación y de encarrilarla de nuevo por el camino que soñaron sus creadores. Ojalá sea pronto, y que todos quienes creemos en la Caja nos sumemos sin reparos a tan trascendental causa.