De pronto, unos hombres, brillantes como sol, llegaron desde el mar, con fuerza tiñeron de sangre nuestras tierras, de las venas abiertas surgimos hombre y mujeres distintos, la mezcla de sangre, barro, esperanza y libertad, fue la encargada de encender nuestros rostros, con menos oro es cierto, pero con espejos; espejos que permitieron mirar hacia nosotros mismos, escudriñando en la imagen de nuestros rostro, la huella de la identidad, y nuestro porvenir.
Envejecemos en distintas comunidades, con rasgos comunes, y con particularidades específicas, diversas modalidades de interpretar la existencia, modos distintos de simbolizar el mundo, enlazamos subjetividades, no nos permitimos aceptar un cielo fijo, construimos y de-construimos, la voluntad nos incita a luchar por un mundo mejor, el mejor de los mundos posibles.
No somos simple barro, tampoco somos desnudo espíritu, somos el resultado de lo que hemos hecho con nosotros mismos a través de la historia, somos memoria que se bate entre lo inmemorial y lo inesperado, nuestra identidad germina de simbolismos y discursos, del legado histórico de nuestros ancestros y de los anhelos que brotan en nuestro interior.
Identidad es reconocimiento del yo histórico en relación a la diversidad existente histórica, la identidad refiere al yo que es semejante de sí, y esto se desprende a partir del reconocimiento de lo no semejante de mí, es decir, de lo distinto, de lo otro, de la alteridad.
Hablar de Identidad implica el reconocimiento de mi existencia en comunidad, es por tanto, vivir en relación. Identidad es la comprensión de la relación personal y comunitaria. Justamente ahí, es donde vibra con fuerza la Cultura Viva, como encuentro vívido de la praxis relacional. Somos Cultura, que se reconoce a sí misma, histórica, relacional y dinámica, que se encuentra encarnada en rostros diversos, construyendo el porvenir.
Esteban Josué Beltrán Ulate
Brotamos de la tierra, hijos e hijas de un mismo sol, con las aves y las plantas crecimos, aprendimos a soñar, nos admiramos de la vida, empezamos a simbolizar de manera diversa, y así surgió el pensamiento. Luego de mucho caminar, empezamos a sembrar, junto con nuevos ritos y cantos construimos identidades, en la noche nos reunimos, hacer memoria del ayer, prever el mañana.