Jueves, 26 Septiembre 2013 05:47

EN PRO DEL DIALOGO, EL ACUERDO Y LOS HECHOS

Durante los últimos años hemos vivido momentos especiales en la toma de conciencia. Tal vez hemos estado frente a coyunturas que podrían ser determinantes para nuestro futuro.

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Aún cuando muchos siguen ayunos de optimismo y esperanza, hay otros que preocupados por el devenir histórico, nos hemos tomado el trabajo de enfocar energías positivas, confiando en la esencia del ser costarricense.

Este simple pero significativo hecho, merece la atención tanto de la ciudadanía, como de quienes conformamos el Parlamento y representamos a esa ciudadanía.

Desde el Poder Ejecutivo en distintas épocas, ha habido intenciones por definir lo que se ha llamado “agendas nacionales”, entendidas éstas como acuerdos consensuados por el interés común.

Para lograr acuerdos de la trascendencia se requiere de un clima prolifero, donde la base del diálogo y de la negociación, sean la sinceridad y la transparencia.

La problemática nacional es de todos conocida. Cabe citar por ejemplo los informes que anualmente producen el Ministerio de Planificación y el proyecto “Estado de la Nación”, ilustrando de manera clara, aspectos de nuestra realidad.

Ahora, creo que estamos en una fase de madurez ciudadana que nos lleva a tomar decisiones respecto a “tareas pendientes” que arrastramos desde hace décadas y que no han tenido respuestas claras y contundentes.

No es el momento de culpar a nadie; este es un “pecado” compartido.


no hemos evidenciado voluntad -porque capacidad considero que sobra-, para lograr consensos y concretar voluntades.

Siempre hemos sabido transitar por momentos crispados y tomar decisiones complejas que impactan profundamente el destino del país y el futuro de los costarricenses.

No veo por qué ahora tendríamos que dudar y sentir miedo de pasar de los dichos a los hechos. Démosle a la patria la posibilidad de afrontar el siglo XXI a lo grande. El ex Presidente José Figueres una vez nos dijo:

“…el enriquecimiento de un país es un proceso lento, como el crecimiento de un árbol. Pero el tiempo pasa igualmente si el árbol está creciendo o no, y si el país se está desarrollando o no. Si pudiéramos detener el curso del tiempo con no sembrar, o con no emprender, habría tal vez justificación para nuestro estancamiento. Pero, tal como son las cosas, hay que sembrar árboles, y emprender programas de largo plazo, y tener paciencia.”

Alicia Fournier Vargas, Diputada