Uno de los personajes más famosos en esta tiquicia bendita es el sentido común, pues todo el mundo habla de él, a todo el mundo le es familiar y hasta alardeamos de nuestra íntima relación con sus bondades. Este popular señor es más conocido que la pobreza, todo el mundo le invoca y todo el mundo dice decidir siempre bajo el consejo sabio de su mejor amigo, don “sentido común”.
Aunque parezca mentira, hay mucho escrito sobre este popular personaje y se cita a Aristóteles y Santo Tomás de Aquino como referentes indiscutibles. Se dice de él, que “es lo que la gente piensa a nivel general sobre un tema en particular. Es un acuerdo natural de las personas sobre algo. Se entiende como una creencia que la gente considera prudente sobre un tema o situación, sin necesidad de que esa información esté comprobada científicamente o que sea parte de un conocimiento esotérico; lo único que importa en este caso es que la mayoría de las personas lo creen o lo tienen en “común”.
Un factor importante relacionado con el sentido común es la experiencia que cada persona ha tenido en el transcurso de su vida. Muchas de esas experiencias resultan en algo positivo en la mayoría de las personas, por lo que, según el conocimiento que se adquiriere con base a esas experiencias, se establecen creencias que a nivel popular son de buen juicio. De hecho, muchas de las cosas que se creen como correctas, vienen desde generaciones pasadas, en tiempos anteriores, en los cuales, por la experiencia de otros, se establecieron cosas como buenas o prudentes y han perdurado con el tiempo.
Al amparo de estas reflexiones, llama la atención la enorme lista de vivencias de cada día, en las que vemos cómo, en Costa Rica, hay una enorme ausencia de esto que, pareciendo tan común en la vida, no es tan común en su aplicación efectiva.
Por ejemplo, si todos los empleados que cotizamos al Régimen de Enfermedad y Maternidad, al momento de incapacitarnos por enfermedad, recibimos un subsidio de la CCSS y durante el tiempo de incapacidad esos subsidios no computan para el pago del aguinaldo, lo que dicta el sentido común, además de la legalidad, es que a los empleados de la CCSS les aplique exactamente la misma normativa.
O bien, cuando un ministro, alcalde, presidente ejecutivo o cualquier funcionario público o privado, vulnera las normas éticas y mueve fichas a lo interno de la institución que dirige, para lograr irse de viaje con una subalterna, haciendo uso de tiempo y recursos que no son propios; lo que dictamina el uso del sentido común, es un despido inmediato, sin la más mínima espera.
Si está más que determinado por la ciencia médica y por la lógica universal, que una persona no tiene que fumar frente a sus hijos menores porque las implicaciones en su salud y en la salud pública son de altísimo costo para el país, ¿por qué es tan común ver a adultos fumando, con sus hijos como únicos receptores de ese humo asesino?.
Si el uso del cinturón de seguridad o el no consumir licor cuando se maneja, son parte de la lógica más elemental que debería tener cualquier ser humano de inteligencia promedio; ¿cómo es que tiene que existir un margen de tolerancia para conductores de mayor experiencia?
Es interesante la frase popular esa que dice que "El sentido común, no es el más común de los sentidos", pues encierra dentro de si toda un razonamiento social y de alguna manera desnuda la realidad en un país como el nuestro, donde abundan las decisiones que lo dejan a uno con el sinsabor de si ha privado en ellas, la lógica legal, la irresponsabilidad, la ocurrencia, el deseo por usurpar el dinero de todos o la carencia absoluta de sentido común a la hora de tomarlas.
Lo que encierra el sentido común no es otra cosa que la voz de la conciencia, a la cual, una mayor atención, no inspiraría decisiones más acertadas, que nos aseguren el desarrollo económico, pero que ante todo, nos permitan prolongar la justicia social, pilar fundamental de la democracia.
Uno de los personajes más famosos en esta tiquicia bendita es el sentido común, pues todo el mundo habla de él, a todo el mundo le es familiar y hasta alardeamos de nuestra íntima relación con sus bondades. Este popular señor es más conocido que la pobreza, todo el mundo le invoca y todo el mundo dice decidir siempre bajo el consejo sabio de su mejor amigo, don “sentido común”.
Aunque parezca mentira, hay mucho escrito sobre este popular personaje y se cita a Aristóteles y Santo Tomás de Aquino como referentes indiscutibles.
Se dice de él, que “es lo que la gente piensa a nivel general sobre un tema en particular. Es un acuerdo natural de las personas sobre algo. Se entiende como una creencia que la gente considera prudente sobre un tema o situación, sin necesidad de que esa información esté comprobada científicamente o que sea parte de un conocimiento esotérico; lo único que importa en este caso es que la mayoría de las personas lo creen o lo tienen en “común”.
Un factor importante relacionado con el sentido común es la experiencia que cada persona ha tenido en el transcurso de su vida. Muchas de esas experiencias resultan en algo positivo en la mayoría de las personas, por lo que, según el conocimiento que se adquiriere con base a esas experiencias, se establecen creencias que a nivel popular son de buen juicio. De hecho, muchas de las cosas que se creen como correctas, vienen desde generaciones pasadas, en tiempos anteriores, en los cuales, por la experiencia de otros, se establecieron cosas como buenas o prudentes y han perdurado con el tiempo.
Al amparo de estas reflexiones, llama la atención la enorme lista de vivencias de cada día, en las que vemos cómo, en Costa Rica, hay una enorme ausencia de esto que, pareciendo tan común en la vida, no es tan común en su aplicación efectiva.
Por ejemplo, si todos los empleados que cotizamos al Régimen de Enfermedad y Maternidad, al momento de incapacitarnos por enfermedad, recibimos un subsidio de la CCSS y durante el tiempo de incapacidad esos subsidios no computan para el pago del aguinaldo, lo que dicta el sentido común, además de la legalidad, es que a los empleados de la CCSS les aplique exactamente la misma normativa.
O bien, cuando un ministro, alcalde, presidente ejecutivo o cualquier funcionario público o privado, vulnera las normas éticas y mueve fichas a lo interno de la institución que dirige, para lograr irse de viaje con una subalterna, haciendo uso de tiempo y recursos que no son propios; lo que dictamina el uso del sentido común, es un despido inmediato, sin la más mínima espera.
Si está más que determinado por la ciencia médica y por la lógica universal, que una persona no tiene que fumar frente a sus hijos menores porque las implicaciones en su salud y en la salud pública son de altísimo costo para el país, ¿por qué es tan común ver a adultos fumando, con sus hijos como únicos receptores de ese humo asesino?.
Si el uso del cinturón de seguridad o el no consumir licor cuando se maneja, son parte de la lógica más elemental que debería tener cualquier ser humano de inteligencia promedio; ¿cómo es que tiene que existir un margen de tolerancia para conductores de mayor experiencia?
Es interesante la frase popular esa que dice que "El sentido común, no es el más común de los sentidos", pues encierra dentro de si toda un razonamiento social y de alguna manera desnuda la realidad en un país como el nuestro, donde abundan las decisiones que lo dejan a uno con el sinsabor de si ha privado en ellas, la lógica legal, la irresponsabilidad, la ocurrencia, el deseo por usurpar el dinero de todos o la carencia absoluta de sentido común a la hora de tomarlas.
Lo que encierra el sentido común no es otra cosa que la voz de la conciencia, a la cual, una mayor atención, no inspiraría decisiones más acertadas, que nos aseguren el desarrollo económico, pero que ante todo, nos permitan prolongar la justicia social, pilar fundamental de la democracia.