Decirle un roble sería inapropiado para un hombre tan delgado y tan austero. Fue el gran sastre de Guápiles, y no hay una sola familia de las viejas del cantón que no recuerde alguna prenda elaborada por él.
Llegó a la zona en 1948, y tenía todo para convertirse en uno de los hombres más poderosos de Pococí, pero ser patriarca del deporte y patrono de los atletas se lo impidió. Compraba bolas y tacos, y los tenía en su sastrería para cuando llegaba algún mocoso con talento y sin plata. Por eso, cuando la organización entera de los Juegos Nacionales Pococí 2000 decidió por unanimidad bautizar dichas justas deportivas con el nombre de este señor, no hizo otra cosa que justicia, pues lo colocó en el pedestal que merecía. Y lo hizo en vida de él.
Ahora, casi trece años después, nos deja este gran hombre, con más de noventa años de edad. Es el gran emblema y el héroe del deporte en mi pueblo.
Rogelio Alvarado Cubero era un muchacho de 27 años cuando su suegro, el famoso boticario Don Noé, propietario del botiquín San Roque, lo convenció de que se fuera para Guápiles. Ya era sastre, y empezó a hacer pantalones en la bodega del botiquín. Se involucró con el Pococí F.C., el histórico equipo de futbol del cantón. Y en 1962 fue electo regidor, en la administración de Francisco Orlich. En esta época obtuvieron los recursos para la compra del terreno donde ahora está el Estadio Ébal Rodríguez, con el nombre de ese otro grande del deporte. Y también fue entonces cuando se construyó el camino a Cariari.
Tiempo después inició la lucha por un colegio para el cantón, del que es fundador.
Cuando sólo existía el tren, don Rogelio iba y venía con el equipo Pococí F.C.. Pagaba el pasaje de los jugadores que no tenían dinero y hasta hizo en su casa un baño para todos, pues no contaban con camerinos. Su esposa y sus hijas tenía paciencia para lidiar con el desorden de 22 jugadores en la sala de su hogar.
Cuando eran los Juegos Deportivos Nacionales, Don Rogelio cerraba su tienda durante 15 días para irse con sus pupilos al cantón que correspondiera. Fueron a San Carlos, Grecia, Limón, Pérez Zeledón, Cartago, Liberia y San José. También estuvo al frente de la edificación de las graderías del estadio, los vestidores, los túneles, las bancas para los jugadores y parte de la malla.
Los adultos mayores de mi pueblo lo recuerdan frente a la plaza, donde estaba su sastrería, haciendo listas de los niños que jugaban bola descalzos. Al día siguiente, llegaban en el tren los cargamentos de tacos y de zapatos para todos.
Es una lástima que un hombre así de bueno, tenga que hacerse viejo y morirse. Ojalá que Dios tenga una plaza de deportes en el cielo, y que al frente de esa plaza, don Rogelio tenga su sastrería. Un hombre así de bueno no tiene ni que presentarse hasta San Pedro. Dios hizo el cielo para personas como él. Que descanse en paz, don Rogelio. El pueblo tendrá que extrañarlo para siempre.
Sábado, 16 Febrero 2013 06:42
El sastre que le puso zapatos a todos los niños descalzos de mi pueblo
Escrito por Camilo Rodríguez ChaverriSe sentaba debajo del árbol más frondoso del Parque de Guápiles y su figura fina se confundía en los diversos tonos de la sombra. Se parecía a ese árbol y a las palmeras del parque en su actitud ante la vida: grande, pero silencioso.
Se levantaba temprano, y todas las mañanas se sentaba frente a la legendaria Panadería Chumino a leer el periódico. Era parte del paisaje de Guápiles.