Usualmente todos ellos van directamente a los desagües pluviales, para desembocar luego en un riachuelo o arroyo cercano donde dañan todos los días la calidad del agua y la vida silvestre. Por citar en ejemplo, los fosfatos provenientes del jabón provocan la sobrepoblación de algas, cuya descomposición utiliza el oxígeno del agua que los peces necesitan, induciendo su muerte y produciendo en nuestra “costa-rica” enormes áreas costeras degradadas de forma irreversible, ocasionando un grave problema socio económico a los pescadores, habitantes de la bajura que están condenados a seguir viviendo allí con sus descendientes; pero ahora sin los recursos naturales con que contaron sus padres.
Allí toneladas de sedimento y contaminantes desembocando al final en estuarios y bahías, golpean arrecifes y ecosistemas costeros. Contaminación silenciosa que de no manejarse apropiadamente, seguirá causando la muerte de las especies; un proceso irreversible ya identificado en las aguas marinas de muchos países industrializados, cuya recuperación ha sido imposible pese a cientos de millones de dólares invertidos tardíamente.
Recientemente imágenes de satélite del programa AQUA/NASA a inicios de junio del 2013, tomadas después de las lluvias intensas sobre el Valle Central de esa semana, nos ponen de manifiesto que las aguas contaminadas tiñen de marea roja desde la boca del golfo de Nicoya hasta el extremo sur de la península de Osa, mostrando la falta mortal de oxígeno en aquellas riberas marinas.
Tales aguas discurriendo por la cuenca del Virilla y del Tárcoles, las hemos detectado en los últimos 10 años con este tipo de imágenes. Así hemos comprobado cómo estas contaminan los litorales de Puntarenas, Chira, Paquera, Mal País, Chomes, Tárcoles, Herradura, Quepos, Parrita, Dominical y Bahía Ballena; donde unos 10.000 pescadores capturan peces y moluscos con buen contenido de esta “sopa”; producto que será consumido en las mesas de las familias de quienes produjeron el desastre, que como un bumerang, les causarán males renales, pérdida de la vista, alergias y afectación nerviosa; por citar unas pocas consecuencias de la irresponsabilidad de quienes operan y autorizan estas empresas: Ministerio de Salud, municipalidades y SETENA, entre otros.
Por ello hacemos un llamado urgente para que hagan cumplir la legislación ambiental de nuestro país, la cual prohíbe explícitamente desde 1974 este tipo de actividades económicas que dañan los medios acuáticos.
Guillermo Quirós Álvarez, Oceanógrafo