Lunes, 17 Junio 2013 07:31

El caminar de las hormigas y la danza de los elefantes…

Hace unos meses, mi amigo Laureano me pidió asesoría para invertir ¢40.0 millones que logró por la venta de una propiedad que una tía abuela suya le había heredado años atrás. Lo primero que le dije fue que tuviera cuidado de dónde guardar su platita, pues había gente en el mercado que ofrecía todo tipo de rendimientos y que no necesariamente esas opciones eran las más seguras. Le expliqué rápidamente sobre el principio de que a mayor rentabilidad, mayor riesgo y de que nada era mejor que nuestro sistema financiero regulado.

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Mi amigo tomó entonces la decisión de ir a uno de los bancos del sistema financiero, por lo que le dije que fuera con mucha paciencia, con buen tiempo y que por favor llevara todo lo necesario para poder hacer el trámite. No olvides la cédula de identidad, la copia de la escritura de venta de la propiedad, los datos de su difunta tía abuela,su orden patronal para que vieran su ingreso reportado en la CCSS y que no estaba de más que llevara una constancia de salario de la empresa para la que trabajaba, pues de seguro le harían un conjunto de preguntas a la hora de llegar con el cheque producto de la venta de su propiedad, cheque que había sido emitido por el comprador de la propiedad y que además era justo del mismo banco donde estaba haciendo el trámite.

Laureano se dejó asesorar, asesoría que por supuesto le di de forma gratuita y aunque sorprendido de semejante lista, se fue feliz al banco y hasta bromeaba diciendo que ahora era millonario y que cuidaría esa platita, pues lo que quería era tener un ahorrito por aquello de alguna emergencia y que si no, le serviría para la universidad de sus hijitas pequeñas más adelante. Yo me fui muy contento de haber podido dar un buen consejo a un amigo.

En la tarde de ese día, mi amigo me llamó furioso, diciéndome que había durado tres horas haciendo el certificado de inversión y que efectivamente, TODO lo que yo le había dicho que llevara él lo llevaba. Al preguntarle por qué estaba tan molesto si mi asesoría fue correcta, me dijo que lo que yo jamás le advertí, fue que lo tratarían como si fuera un delincuente.

Extrañado yo por aquello, le invité a tomarnos un cafecito y allí me contó la forma en que empezó a ser indagado. Primero por la persona de servicio al cliente, quien con el tacto de un puerco espín, le pregunto qué de dónde él había sacado tanto dinero, si lo que tenía era un trabajo común y corriente (que falta de respeto). Después por el Gerente de la Sucursal, quien en tono inquisidor, le cuestionócómo es eso de que una tía le regalaba una propiedad y el la vendía así como así (quién se creería el banquerito este).

Después de una espera de una hora, llegó un funcionario de las oficinas centrales que se presentó como el “oficial de cumplimiento del banco” y que estaba allí porque su transacción tenía todo el perfil, de las transacciones que eluden la ley 8204, sobre “legitimación de capitales producto de actividades ilícitas”.

En ese momento ya mi amigo estaba tan enojado y ofendido en su dignidad, que dijo que no haría la inversión en el banco y que se retiraría con su cheque a otro banco; sin embargo, no se lo permitieron y más bien llamaron al oficial de seguridad para que no lo dejara salir del local. Al término de las tres horas, salió mi amigo con el certificado de inversión, sin ninguna disculpa por el trato recibido, con nula motivación por la inversión realizada y hasta molesto conmigo por la embarcada que le di.

Mi amigo me llamó estos días y me mandó por correo la noticia de que Costa Rica sirvió de puente para legitimar la nada despreciable suma de $6.000 MILLONES y que esas empresas compraban carros, los pagaban de contado y en efectivo. Con justa razón Laureano se pregunta cómo hacía la empresa vendedora de los carros cuando llegaba al banco con semejantes sumas en efectivo y cómo nadie les cuestionó tales transacciones, mientras que a él lo humillaron hasta en lo más elemental de su dignidad por una suma comparativamente ridícula.

Nos reunimos Laureano y yo a tomarnos otro café y juntos, hemos llorado de ver a nuestro sistema financiero ocupadísimo observando el caminar de las hormigas pero despistado de la danza de los elefantes…