Hace algunos días en la Asamblea Legislativa, la contralora general, Marta Acosta, puso el dedo en la llagaal referirse al oscuro panorama que se levanta sobre la lentitud, la desidia, la apatía y la inacción en el manejo de los créditos asumidos por el país y por los cuales se pagan millones en cláusulas de compromiso.
El informe de .la Contralora reveló que hay 20 créditos por 2800 millones de dólares, de los cuales no se ha desembolsado el 73 por ciento.Según la Contralora, la falta de compromiso, seguimiento y evaluación en unidades ejecutoras afecta el uso de recursos provenientes de los créditos.
El avance físico de ejecución de créditos es muy lento por trámites e incumplimiento de condiciones, según la Contraloría. El problema no está en la ley sino en la capacidad de gestión, en la deficiente planificación, la improvisación, la negligencia y el desconocimiento.
Los costarricenses, mientras tanto, asistimos a un triste espectáculo que nos demuestra incapacidad para llevar adelante la infraestructura que este país necesita. Lo más duro es que tenemos miles de millones disponibles y estamos siendo incapaces de ejecutarlos.
Un ejemplo de ello es un crédito con el Banco Interamericano de Desarrollo, aprobado hace un año bajo presión por la Asamblea Legislativay a estas alturas el Ministerio de Obras Públicas y Transportes ni siquiera ha creado la unidad ejecutora.
De ese empréstito sin utilizar aún, sin siquiera arrancar, los costarricenses hemos pagado un millón de dólares en cláusula de compromiso.
Tenemos un entrabamiento en materia de infraestructura, un freno importantísimo que afecta directamente el desarrollo. Definitivamente, debemos pegar el grito al cielo porque el desperdicio de recursos es una ofensa al país.
Uno quisiera ser más optimista, pero en este tema particular es muy poco el avance logrado como país. Urge invertir los recursos disponibles para mejorar las condiciones de infraestructura, pero eso implica acciones conjuntas e inteligentes.
Tenemos un reto como país: enfrentarnos a la hora de la verdad, aquella en la que logremos modernizar el tren, convertir las vías en lugares seguros tanto para conductores como para peatones, avancemos en infraestructura y permitamos verdaderas condiciones de accesibilidad en nuestras vías. Es un desafío enorme en el que los pasos dados han sido tan pequeños que ni siquiera se pueden celebrar.
La llamada de atención de la Contraloría debe generar acciones urgentes: en funcionarios responsables de que el dinero no se ejecute con celeridad, en unidades ejecutoras que reciben pagos millonarios pero trabajan lentamente y sobre todo, en un país que pegue el grito al cielo, que demande, que exija cambios profundos.
La hora de la verdad para los costarricenses implica que en ministerios e instituciones se levanten funcionarios que luchen contra la ineptitud, la mediocridad y por mejorar este Estado atrofiado, perezoso ygastón.
No se puede permitir la alcahuetería: cada dólar que se paga en cláusulas de compromiso por créditos no ejecutados debería dolernos en el alma, porque es, al fin y al cabo, la plata nuestra, de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.
Mario Redondo