Así habló San Pablo a los Corintios: “El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”
No hay definición que se le iguale, en cada adjetivo está la naturaleza del amor, diferente al enamoramiento, esa especie de bruma que ciega y atormenta, el verdadero amor no es poseer a toda costa, por el contrario, es dar hasta que duela, como decía sabiamente la Madre Teresa de Calcuta, hacerlo con desprendimiento sin esperar retribución alguna.
Muchas veces los medios de comunicación se empeñan en desvirtuar la naturaleza del amor, materializan el sentimiento como si una joya, una residencia, un vehículo, cualquier posesión material fuera sinónimo de este estado excelso, hasta se dejan decir “que mató por amor” antítesis de su esencia.
El amor no involucra sólo la relación de pareja, debemos amar al prójimo como uno de los mandamientos supremos seamos creyentes o no, primero amarnos a nosotros, porque nadie puede dar lo que no posee, hacerlo con el entorno, amar el aire, los árboles, el sol, la lluvia, la tormenta, los celajes, la música, el silencio, cada instante mientras inhalamos y exhalamos la vida.
Que decir de la amistad, sino que es la perla engarzada en la joya del amor, es el hombro solidario, la palabra oportuna, el mutismo compañero cuando a alguien le carcome el alma alguna pena, pero siente la respiración cercana de quien sabe que en su impotencia solo es suficiente el abrazo compañero.
El amor y la amistad son acontecimientos superlativos de la existencia humana, la fragancia que impregna el devenir y le fija el norte hacia le presencia omnipotente de Dios, hasta donde llegamos sobre las alas fuertes y el músculo poderoso de un corazón agradecido.
Jorge Debravo el poeta y profeta turrialbeño complemento el mandato de San Pablo y nos conminó a amar, como si este fuera…el oficio eterno.
Así habló San Pablo a los Corintios: “El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal; el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”
No hay definición que se le iguale, en cada adjetivo está la naturaleza del amor, diferente al enamoramiento, esa especie de bruma que ciega y atormenta, el verdadero amor no es poseer a toda costa, por el contrario, es dar hasta que duela, como decía sabiamente la Madre Teresa de Calcuta, hacerlo con desprendimiento sin esperar retribución alguna.
Muchas veces los medios de comunicación se empeñan en desvirtuar la naturaleza del amor, materializan el sentimiento como si una joya, una residencia, un vehículo, cualquier posesión material fuera sinónimo de este estado excelso, hasta se dejan decir “que mató por amor” antítesis de su esencia.
El amor no involucra sólo la relación de pareja, debemos amar al prójimo como uno de los mandamientos supremos seamos creyentes o no, primero amarnos a nosotros, porque nadie puede dar lo que no posee, hacerlo con el entorno, amar el aire, los árboles, el sol, la lluvia, la tormenta, los celajes, la música, el silencio, cada instante mientras inhalamos y exhalamos la vida.
Que decir de la amistad, sino que es la perla engarzada en la joya del amor, es el hombro solidario, la palabra oportuna, el mutismo compañero cuando a alguien le carcome el alma alguna pena, pero siente la respiración cercana de quien sabe que en su impotencia solo es suficiente el abrazo compañero.
El amor y la amistad son acontecimientos superlativos de la existencia humana, la fragancia que impregna el devenir y le fija el norte hacia le presencia omnipotente de Dios, hasta donde llegamos sobre las alas fuertes y el músculo poderoso de un corazón agradecido.
Jorge Debravo el poeta y profeta turrialbeño complemento el mandato de San Pablo y nos conminó a amar, como si este fuera…el oficio eterno.