Cabe señalar que estos cultivos son básicos en la dieta del costarricense y que lamentablemente, el faltante es importado, para el caso del arroz, se importa un 60%, maíz blanco, un 90%, maíz amarillo para alimentación animal, un 100% y frijol un 80%.
Es importante destacar la caída vertiginosa, en el área sembrada de maíz y frijol. En 1984 representaba un 1.9 y 1.3 % respectivamente, de las fincas agrícolas y 30 años después, nos encontramos con una reducción del 70% para el maíz y un 62% para el frijol.
Para el caso del arroz, se pasó de un 2.8% a un 2.4% y la situación es diferente, debido a que muchos productores(as), se han asociado a grandes empresas productoras de arroz, como por ejemplo El Pelón de La Bajura, la cual le financia los insumos agrícolas, requeridos para la atención del cultivo y le deduce el crédito, una vez que le recibe (compra) la cosecha.
En otro orden de cosas, no es tan cierto, que los terrenos dedicados a la labranza, estén ocupados por cultivos permanentes como la caña de azúcar, café, ganadería, entre otros, muchos de esos terrenos se han urbanizado y otros se han reforestado voluntariamente (charrales y tacotales).
Para finalizar, es necesario y urgente fomentar la producción nacional con incentivos para los pequeños y medianos productores, de manera que podamos alcanzar los niveles de producción que teníamos en el año 1984, quizás no la misma área, pero con variedades de mayor rendimiento y/productividad, bajo el concepto de Soberanía y Seguridad Alimentaria.
Rafael Gerardo Piñar Ballestero