Lunes, 15 Noviembre 2010 10:35

Curándose en salud

Ante el escalamiento de la violencia en el mundo, mucha justificada en las creencias musulmanas; la pacífica y tolerante Suiza, realizó un referéndum impulsado por “El Partido del Pueblo”, el resultado fue que una mayoría del 57%, aprobó la propuesta de ley que limita la cantidad de torres de mezquitas en Suiza. Desde ahora, se limitará en Suiza a una torre cada 100.000 musulmanes.
La mayoría anti-islámica en Suiza no vive en un país amenazado, ni es atacado por países musulmanes y sus poblaciones fronterizas tampoco son blanco de cohetes lanzados desde vecinas ciudades de Italia o Francia. Lo cierto es que Suiza no sufre esta tensión: Y sin embargo, en Ginebra, la ciudad que acoge a la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU, se constató que una mayoría anti-islámica se manifestó en este referéndum. ¿Alguien dijo racismo? ¿Xenofobia? No en nuestra ciudad, dijeron las y los ciudadanos de Ginebra, desde donde parten las predicas moralistas permanentes, vociferantes, en pos de la igualdad y los derechos humanos. Pero a pesar de todo esto, las y los suizos aprobaron esta ley con evidente tinte discriminatorio. Sin embargo, si lo mismo hubiese ocurrido en Israel, es muy posible que hasta el mismo Presidente Obama, habría manifestado su profunda consternación y con él, el resto del mundo y quién sabe, quizás incluso hasta la misma Suiza, habría hecho regresar a su embajador en Israel para “consultas”.
No debemos menospreciar la debilidad e inefectividad de los fallos de los organismos internacionales, ni de las consideraciones duales que se escoden detrás del derecho internacional. La acción suiza debe ser un antecedente que nos alerte ante el peligro para Costa Rica, de depender exclusivamente de los organismos internacionales para que nos defiendan de agresiones externas y violaciones a los derechos territoriales.
Un claro ejemplo de que en Costa Rica debemos poner, sin mayor atraso, nuestras barbas a remojo, lo tenemos en el anterior conflicto con Nicaragua, sobre el derecho costarricense a la libre navegación en el San Juan, dado por acuerdos internacionales, aceptado por ambas naciones y recientemente, ratificado pero no garantizado por la Corte Internacional de La Haya, después un largo y costoso proceso jurídico. Sin embargo, la experiencia nos dice que este derecho a la libre negación por ese río es más letra muerta en la sentencia de la corte internacional, y no una resolución eficaz.
Las y los suizos como pueblo, tomaron una decisión que para la mayoría de las personas de otras nacionalidades, podría ser la negación de toda su afianzada política respecto al respeto de los derechos humanos pero lo cierto es que, cada pueblo debe asumir los riesgos que implica defender su modus vivendi, su integridad territorial y su dignidad nacional. Los suizos se curan en salud ante una muy eventual amenaza.
La mayoría de las y los costarricenses nos enorgullecemos de ser un país sin ejército y apostamos que el respeto a nuestra soberanía, a la integridad de los bienes y vidas de las y los costarricenses ante cualquier ataque extranjero, lo deben garantizar los organismos internacionales y hasta las fuerzas militares de otros países. Confiamos apuntillas de que si algún un país osara atacar a la pacífica e indefensa Costa Rica, no faltaran países amigos, dispuestos a mandar a sus hombres y mujeres enlistados en sus ejércitos a sacrificar sus vidas para defenderla. Creo que ha llegado el momento en que esa decisión de no contar con cuerpos de defensa profesionales, al menos fronterizos, para defender a la Patria y a sus pobladores, por nosotros mismos debería ser revisada desapasionada e inteligentemente, a la luz de las viejas y nuevas amenazas que como nación estamos expuestos y debemos asumir.
Ante el escalamiento de la violencia en el mundo, mucha justificada en las creencias musulmanas; la pacífica y tolerante Suiza, realizó un referéndum impulsado por “El Partido del Pueblo”, el resultado fue que una mayoría del 57%, aprobó la propuesta de ley que limita la cantidad de torres de mezquitas en Suiza. Desde ahora, se limitará en Suiza a una torre cada 100.000 musulmanes.
La mayoría anti-islámica en Suiza no vive en un país amenazado, ni es atacado por países musulmanes y sus poblaciones fronterizas tampoco son blanco de cohetes lanzados desde vecinas ciudades de Italia o Francia. Lo cierto es que Suiza no sufre esta tensión: Y sin embargo, en Ginebra, la ciudad que acoge a la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU, se constató que una mayoría anti-islámica se manifestó en este referéndum. ¿Alguien dijo racismo? ¿Xenofobia? No en nuestra ciudad, dijeron las y los ciudadanos de Ginebra, desde donde parten las predicas moralistas permanentes, vociferantes, en pos de la igualdad y los derechos humanos. Pero a pesar de todo esto, las y los suizos aprobaron esta ley con evidente tinte discriminatorio. Sin embargo, si lo mismo hubiese ocurrido en Israel, es muy posible que hasta el mismo Presidente Obama, habría manifestado su profunda consternación y con él, el resto del mundo y quién sabe, quizás incluso hasta la misma Suiza, habría hecho regresar a su embajador en Israel para “consultas”.
No debemos menospreciar la debilidad e inefectividad de los fallos de los organismos internacionales, ni de las consideraciones duales que se escoden detrás del derecho internacional.
La acción suiza debe ser un antecedente que nos alerte ante el peligro para Costa Rica, de depender exclusivamente de los organismos internacionales para que nos defiendan de agresiones externas y violaciones a los derechos territoriales.
Un claro ejemplo de que en Costa Rica debemos poner, sin mayor atraso, nuestras barbas a remojo, lo tenemos en el anterior conflicto con Nicaragua, sobre el derecho costarricense a la libre navegación en el San Juan, dado por acuerdos internacionales, aceptado por ambas naciones y recientemente, ratificado pero no garantizado por la Corte Internacional de La Haya, después un largo y costoso proceso jurídico. Sin embargo, la experiencia nos dice que este derecho a la libre negación por ese río es más letra muerta en la sentencia de la corte internacional, y no una resolución eficaz.
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Las y los suizos como pueblo, tomaron una decisión que para la mayoría de las personas de otras nacionalidades, podría ser la negación de toda su afianzada política respecto al respeto de los derechos humanos pero lo cierto es que, cada pueblo debe asumir los riesgos que implica defender su modus vivendi, su integridad territorial y su dignidad nacional. Los suizos se curan en salud ante una muy eventual amenaza.
La mayoría de las y los costarricenses nos enorgullecemos de ser un país sin ejército y apostamos que el respeto a nuestra soberanía, a la integridad de los bienes y vidas de las y los costarricenses ante cualquier ataque extranjero, lo deben garantizar los organismos internacionales y hasta las fuerzas militares de otros países. Confiamos apuntillas de que si algún un país osara atacar a la pacífica e indefensa Costa Rica, no faltaran países amigos, dispuestos a mandar a sus hombres y mujeres enlistados en sus ejércitos a sacrificar sus vidas para defenderla. Creo que ha llegado el momento en que esa decisión de no contar con cuerpos de defensa profesionales, al menos fronterizos, para defender a la Patria y a sus pobladores, por nosotros mismos debería ser revisada desapasionada e inteligentemente, a la luz de las viejas y nuevas amenazas que como nación estamos expuestos y debemos asumir.