Viernes, 22 Mayo 2015 05:26

Costa Rica y la felicidad

En tiempos de la colonia, Costa Rica era la provincia más aislada y atrasada de la Federación Centroamericana, cuya Capitanía General estaba en Guatemala.

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En 1821, luego de un poco más de tres siglos de vida colonial, le llega de Guatemala el Acta de la Declaración de Independencia de España.
En 1940, después de una sucesión de Jefes de Estado, es elegido presidente Rafael Angel Calderón Guardia. Este joven costarricense había estudiado medicina en Bélgica y traía en su mente los avances en lo económico y en lo social que había palpado en ese país y en Europa, y ya como Jefe de Estado y con la colaboración de Manuel Mora y Monseñor Víctor Manuel Sanabria, promulga las Garantías Sociales que comprenden entre otros: el Código de Trabajo, el Seguro Social, la Caja Costarricense del Seguro Social y crea la Universidad de Costa Rica.
En 1948 estalla una insurrección armada para defender la pureza en el sufragio. Esta guerra civil dura 40 días y sale vencedor el movimiento encabezado por José Figueres Ferrer e inmediatamente crea la Junta Fundadora de la Segunda República para que gobierne a Costa Rica durante 18 meses; en este período implementa 834 decretos, entre los más importantes destacan: la abolición del ejército, la nacionalización bancaria, la integración del Tribunal Supremo de Elecciones, la creación del ICE y se aprueban leyes que posteriormente vendrían a fortalecer la conservación del medio ambiente; además, se compromete a respetar el legado que había dejado el gobierno de Calderón Guardia.
La obra de estos dos ciudadanos Beneméritos de la Patria: Rafael Angel Calderón Guardia y José Figueres Ferrer, logró cimentar las bases para que Costa Rica transitara por los caminos de la social democracia, convirtiéndose en una de las democracias más sólidas del continente.
Sin embargo, esta gran obra realizada a mediados del Siglo XX, pide a gritos un nuevo impulso, porque cuando no se avanza se retrocede.
Es necesario, entonces, un nuevo período de creatividad y sabiduría para volver a construir grandeza.
Emprendamos esta nueva etapa sembrando una filosofía de la felicidad en todos los sectores de la vida nacional. Demos el primer paso incluyendo el curso de la felicidad permanente en el currículo de la enseñanza media, la universitaria y la técnica, tanto en el sector público como en el privado. Y lo demás vendrá, casi, casi, por añadidura.
Ernesto Villavicencio Ruiz