Lunes, 28 Febrero 2011 05:25

COSEVI, UN VERDADERO VIA CRUCIS

Por la acción de un oficial de tránsito, que me hizo una boleta de infracción según él, por estar mal estacionado pero además me retiró ambas placas, con lo que me obligaba a tener que llamar a camión plataforma para llevarme mi carro o dejarlo en la vía pública nuevamente infringiendo la ley. Mejor los dejo con la duda sobre lo qué hice ese día.
Pero lo anterior, es apenas un tercio del cuento, la punta del iceberg pues tenía que recuperar las placas para poder usar mi carro. Ingenuamente, entré en la página de Internet del Cosevi, según yo, para informarme sobre cómo debía proceder pero la verdad es que esto fue en vano. Así que decidí ir hasta el Cosevi, sin saber para adónde ir y mucho menos qué hacer. Una vez allí, seguramente, la expresión de mi cara manifestaba gran desconcierto e ignorancia, porque, apenas había llegado, cuando fui abordado por una persona, que amablemente, se ofreció a darme su asistencia, al inicio pensé que era por solidaridad pero en un par de minutos, me di cuenta de mi equivocación pues estaba frente a un diestro profesional en enfrentar a la tramitología pública.
Obviamente, como todo profesional esa persona esperaba de mi parte una “justa” remuneración económica, por su importante conocimiento para resolver, en poco tiempo, los avatares en los que me iba a ver envuelto. Le agradecí su ofrecimiento profesional y me dirigí hacia la oficina respectiva, ignorando en mucho el vía crucis burocrático, que me esperaba. A la puerta un guarda de seguridad, con cara de pocos amigos, lógico pensé nada más aburrido que estar aquí, me increpó de por qué estaba ahí, le expliqué y sin decir palabra, levantó una de sus manos y me enseñó una ventanilla, a la cual me dirigí.
La dama a cargo esa ventanilla, me indicó que antes debía ir a sacar una certificación de que no tenía partes pendientes, me señaló el lugar, volví a ver y había unas treinta personas adelante. Haciendo un gran esfuerzo mental y con mayor resignación, me dirigí hacia ese lugar a esperar mi turno pero cuando pasé a la par de una pizarra donde están las instrucciones sobre qué se debe hacer y cuáles papeles se deben llevar. Rápidamente descubrí que había hecho en vano mi viaje de casi una hora hasta el Cosevi pues el carro está a nombre de una sociedad anónima, por lo que debía presentar una serie de documentos que no tenía conmigo.
El siguiente día, volví al Conavi, esta vez, según yo, armado hasta los dientes, con todos los papeles que se indicaban en la pizarra informativa, que me había salvado de hacer una fila de treinta personas para nada. En las cercanías del edificio de Infracciones, volví a ver al profesional en abreviar la tramitología pública, quien está vez se mantuvo a distancia. Entré pasado medio día y comencé como bola de pin pon de una ventanilla a otra, de un piso a otro y de un edificio a otro. Faltando unos cinco minutos para las tres de la tarde, la impugnación estaba presentada y me entregaron mis placas. Cuando salía, pasé a la par del profesional en enfrentar a la burocracia, quien me dijo algo como: Ve patroncito, como no era cuento de que iba a palmar muchas horas, por no hacerse asesorar de un experto. No le dije nada pero pensé que no dejaba de tener razón y mucha pues quien no sabe, es como el que no ve y con esta burocracia pareciera que no hay otra manera. ¿Usted qué hubiera hecho?
Por la acción de un oficial de tránsito, que me hizo una boleta de infracción según él, por estar mal estacionado pero además me retiró ambas placas, con lo que me obligaba a tener que llamar a camión plataforma para llevarme mi carro o dejarlo en la vía pública nuevamente infringiendo la ley. Mejor los dejo con la duda sobre lo qué hice ese día.
Pero lo anterior, es apenas un tercio del cuento, la punta del iceberg pues tenía que recuperar las placas para poder usar mi carro. Ingenuamente, entré en la página de Internet del Cosevi, según yo, para informarme sobre cómo debía proceder pero la verdad es que esto fue en vano. Así que decidí ir hasta el Cosevi, sin saber para adónde ir y mucho menos qué hacer. Una vez allí, seguramente, la expresión de mi cara manifestaba gran desconcierto e ignorancia, porque, apenas había llegado, cuando fui abordado por una persona, que amablemente, se ofreció a darme su asistencia, al inicio pensé que era por solidaridad pero en un par de minutos, me di cuenta de mi equivocación pues estaba frente a un diestro profesional en enfrentar a la tramitología pública.
Obviamente, como todo profesional esa persona esperaba de mi parte una “justa” remuneración económica, por su importante conocimiento para resolver, en poco tiempo, los avatares en los que me iba a ver envuelto. Le agradecí su ofrecimiento profesional y me dirigí hacia la oficina respectiva, ignorando en mucho el vía crucis burocrático, que me esperaba. A la puerta un guarda de seguridad, con cara de pocos amigos, lógico pensé nada más aburrido que estar aquí, me increpó de por qué estaba ahí, le expliqué y sin decir palabra, levantó una de sus manos y me enseñó una ventanilla, a la cual me dirigí.
La dama a cargo esa ventanilla, me indicó que antes debía ir a sacar una certificación de que no tenía partes pendientes, me señaló el lugar, volví a ver y había unas treinta personas adelante. Haciendo un gran esfuerzo mental y con mayor resignación, me dirigí hacia ese lugar a esperar mi turno pero cuando pasé a la par de una pizarra donde están las instrucciones sobre qué se debe hacer y cuáles papeles se deben llevar. Rápidamente descubrí que había hecho en vano mi viaje de casi una hora hasta el Cosevi pues el carro está a nombre de una sociedad anónima, por lo que debía presentar una serie de documentos que no tenía conmigo.
El siguiente día, volví al Conavi, esta vez, según yo, armado hasta los dientes, con todos los papeles que se indicaban en la pizarra informativa, que me había salvado de hacer una fila de treinta personas para nada. En las cercanías del edificio de Infracciones, volví a ver al profesional en abreviar la tramitología pública, quien está vez se mantuvo a distancia. Entré pasado medio día y comencé como bola de pin pon de una ventanilla a otra, de un piso a otro y de un edificio a otro. Faltando unos cinco minutos para las tres de la tarde, la impugnación estaba presentada y me entregaron mis placas. Cuando salía, pasé a la par del profesional en enfrentar a la burocracia, quien me dijo algo como: Ve patroncito, como no era cuento de que iba a palmar muchas horas, por no hacerse asesorar de un experto. No le dije nada pero pensé que no dejaba de tener razón y mucha pues quien no sabe, es como el que no ve y con esta burocracia pareciera que no hay otra manera. ¿Usted qué hubiera hecho?