Hoy, ofrezco una disculpa, porque mis expectativas en relación con los resultados a obtener en el campeonato mundial eran como lo eran para la mayoría, con la diferencia de que yo lo reconozco y no vengo a subirme al bus del triunfo como si siempre hubiese apoyado.
He visto lo diverso que es este grupo de muchachos, su juventud y su sencillez. Me ha complacido que en esta selección existan desde campesinos que saben lo que es “joderse la vida” en el campo, hasta políglotas que hablan tres y cuatro idiomas. Es reconfortante saber de la solidaridad con que acogieron al compañero lesionado que no pudo jugar y de la fe sin pena que proclama con humildad genuina, el mejor portero del mundial en opinión de muchos de los que sí saben.
Hasta el más pintado, tuvo que tragarse sus presagios de desgracia para la pequeña Costa Rica, en un grupo de la muerte en el que los muertos resultaron ser los que se ufanaban de las glorias pasadas. La costa pobre dio a conocer todas sus riquezas.
He visto al “idolillo” del pasado, que después de mandar a los ticos a pegarse un tiro, se sube al bus del éxito y felicita –con un cinismo extremo- por un triunfo en el que nunca creyó y que les pertenece exclusivamente a esos, que jugando al buen fútbol, no tuvieron que drogarse para tocar la gloria.
Los que reían cuando Costa Rica fue ubicada en el grupo de la muerte, quedaron helados al ver que la muerte se comió cada uno de sus pronósticos, cada uno de sus sarcasmos y sus burlas. Hoy, con la cola entre las piernas, se desdicen pero no se disculpan.
Ha terminado el mundial y para Costa Rica han sido semanas de maravillosas enseñanzas. La fe, la disciplina, la determinación, la humildad y la responsabilidad, son sólo algunos de los rasgos de carácter que estos jóvenes han exaltado y que tenemos que rescatar de esta hermosa gesta.
Es importante proponerse cosas a partir de ahora. Estos muchachos han mandado un claro mensaje de que estamos para competir al mismo nivel de las potencias históricas y así como lo han hecho otros costarricenses en otras áreas, se confirma que la madera de la que estamos hechos los ticos es de alto valor, de alto rendimiento y que podemos lograr lo que deseemos proponernos.
Es hora de capitalizar estas enseñanzas. Si no hay capitalización, no hay acumulación de esos beneficios y si no se hace un esfuerzo por atesorarlos, el olvido hará que pospongamos la resolución de otras gestas que es necesario que tomemos con igual seriedad con que estos muchachos lo han tomado.
Mi hijo Alejandro de 9 años, es quién se ha encargado de motivarme con su admiración por la labor de esta Selección y es por él, como representante de las nuevas generaciones, con quién yo quisiera comprometerme en la exaltación de los hermosos valores con los que estos jóvenes, han dado cátedra en estos días.