Sábado, 22 Marzo 2014 09:22

Carta de un río

Amigo mío. Por muchos años te he brindado mi agua para calmar tu sed, para cocinar tus alimentos, para bañar tu cuerpo. Si me cuidas te doy electricidad, alimento y recreación. También te doy paz y tranquilidad cuando, cansado de tu trabajo diario, te sientas en una de mis piedras negruzcas y ves mi espuma formarse con el golpeteo que da la fuerza de la corriente que arrastro.

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Mirarme por horas no te cansa la vista. Puedes estar ahí por siempre, que a cada instante descubrirás algo nuevo de esta mi sangre, o sea yo, el agua.

Recorro cientos de kilómetros. Converso con las rocas, con el árbol, con los animales, con los peces que me hacen cosquillas, y a veces con tus semejantes que utilizan el agua.

A todos ellos les he suplicado su ayuda, para que no me sigan lanzando cáscaras y mieles de café, y cuanta cochinada desechan en las ciudades o industrias, que me enferman y me están matando. Incluso, cuando he podido hablar con una mata de café le he preguntado ¿por qué me hieres? Más ella me dice que no es su culpa, que es el hombre que le desprende su grano, quien no te sabe respetar hermano río.

Amigos míos, tengo el estómago revuelto, huelo mal, mis amigos peces me detestan y se alejan de mí. Aún las piedras, lloran en silencio, pero ellas no pueden huir. Me siento morir. Ya no sirvo para lo que nací. Así no quisiera vivir. Ya no quiero ser agua ni río.

¡Amigos míos! Ayúdenme a vivir denme una última oportunidad. Dígales a esos señores industriales que mi familia y yo tenemos derecho a la esperanza de volver a sonreír, a tener aguas cristalinas y llenas de vida recorriendo nuestras entrañas.

Soy tu agua, soy tu río señor industrial. Deja que los niños del mañana me puedan disfrutar y permite que los de hoy me puedan conocer en mi estado natural: cristalino y sin contaminar.

Por Dios, ya es hora que pienses en mi, que soy la sangre que da la vida a este país.

Alexander Bonilla Durán