Jueves, 18 Octubre 2012 05:29

Aprender a vivir, aprender a morir bien…

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Cada vez que abordo el tema de la muerte en el curso de Pensamiento Crítico que imparto en la universidad, mis estudiantes llegan al punto en común de que una gran mayoría de personas, por lo menos en el ámbito costarricense, se niega a hablar de este tema por considerarlo tabú. ¡Grave error sin embargo!, pues aunque sea un tema complejo y delicado, es muy sencillo, pues de lo único seguro que se puede estar en esta vida es que, tarde o temprano, todos vamos a morir.

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¿A qué se debe esto? Posiblemente porque en Occidente se considera la muerte como una tragedia, como el final de una vida o por el miedo a la separación definitiva de nuestros seres queridos, como lo explica el doctor en Ética de la Universidad de Barcelona, Luis Pla Vargas, “Eludir la muerte significa recortar hasta donde sea posible nuestra preocupación por ella. Eludir la preocupación por nuestra muerte es una manera fácil de evadir nuestra única patente realidad ante el miedo que nos causa, sin embargo ello no impide que diariamente seamos testigos o conocedores de la muerte de los otros”.
Entonces, si la muerte es parte de la vida, y constantemente somos testigos de manera directa o indirecta de ella..., ¿por qué seguirnos negando a enfrentarla?... ¿Por qué seguir abordándola desde una postura negativa?... ¿Por qué seguir con la actitud de continuar temiéndole a lo desconocido?... En este sentido sería valioso que las personas hicieran un esfuerzo más allá de hablar sobre la muerte, para conocer las diferentes perspectivas que se tienen de ella en algunas culturas. Ello ayudaría a tener un pensamiento más tolerante sobre los diferentes rituales practicados y nos permitiría aceptarla de una manera más natural en nuestras vidas.
Por ejemplo, en Japón la muerte es considerada como una fuente de vida, y todavía en la misma Latinoamérica se asume a manera de celebración como sucede en México cada dos de noviembre cuando se celebra el Día de Muertos. En cambio en Costa Rica se aborda desde una manera más dramática mediante los entierros, el velorio, novenario, las ofrendas florales en el cementerio o las misas de cada mes… y no es que esto esté mal, pues los rituales proporcionan una actividad importante a las personas que enfrentan una pérdida en el momento en que podrían estar confundidos y desamparados, el inconveniente es cuando se queda solamente en estas prácticas externas y se olvida lo espiritual y aleccionador de una experiencia como la muerte.
Desgraciadamente la apatía, la ansiedad, el miedo a lo desconocido, la intolerancia, son grandes enemigos de esta aceptación tan necesaria de la muerte y del enfoque que se le da en otras latitudes, pues de no hacerlo, este acontecimiento puede ser más doloroso y conflictivo ya que si no se hace de una manera normal o racional, puede desencadenar problemas de adaptación y aceptación. Por ello, si comprendiéramos y asimiláramos la muerte como un aspecto natural de nuestras existencias, sin tratar de ocultarla bajo “máscaras de juventud eterna”, es cuando, de alguna manera, vamos a comenzar a valorar realmente el privilegio que tenemos de vivir.
Por ello lo más sano es el enfrentarla, encararla, tomar conciencia de que, más allá de temores o desconocimiento, la muerte es parte intrínseca de nuestras realidades, además enfrentar el final de la vida puede dar un sentido más profundo a la totalidad de esta, como lo dijera Confucio: “Aprende a vivir, y sabrás morir bien”… La verdad si me tocara morir en este momento, con gusto lo aceptaría, me iría muy agradecido por tantas oportunidades que esta existencia me ha brindado, por haberlas aprovechado, por haber disfrutado y aprendido de mis triunfos y errores, porque sé que existen personas en quienes he dejado una huella, y porque cada día he tratado de vivirlo a plenitud, como si fuera el último… ¿Y ustedes?...
Comentario de Carlos Díaz Chavarría