Martes, 06 Octubre 2015 17:57

Al día siguiente del 26 de septiembre

Al día siguiente de la marcha del pasado sábado 26 de septiembre amanecimos con la satisfacción de haber participado en la expresión cívica de un punto de vista sobre la situación del país, inconforme pero al mismo tiempo lleno de esperanza en la transformación de nuestra sociedad.

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Que no se engañen los que vieron la marcha desde sus casas, unos con curiosidad y otros con desprecio. Esto va más allá de la voluntad de terminar con el monopolio en la importación de combustibles. Recope simboliza muchos de los males que padece la administración pública, y sin duda es una de las hebillas de la camisa de fuerza que reprime y sofoca el potencial creado por décadas de políticas públicas, que aún con todos los vicios denunciables, han tenido un éxito relativo innegable. La sociedad costarricense tiene hoy recursos, no sólo económicos, con los que no contaba en el pasado, y cuyo potencial hay que liberar. Soñar con una explosión de energía y creatividad, más que el justificado enojo generado por los abusos y excesos que todos conocemos, es la motivación principal de quienes marchamos en la mañana del sábado 26 de septiembre.
Es decir, la motivación principal de quienes individual y voluntariamente asistimos a la marcha, es la confianza en una Costa Rica audaz que ha demostrado a lo largo de su historia, una voluntad y unas capacidades que superan lo que convencionalmente cabría esperar de un país semejante.
Si Recope e instituciones similares cumplieron en el pasado un papel determinante en nuestro desarrollo, hoy constituyen anclas que nos impiden aprovechar los vientos que hinchan las velas de nuestro potencial.
Es cierto que en los pasillos y salones de los edificios que albergan el poder político, se habla constantemente de esos privilegios y abusos, burocracia y exceso de normas con los que se ha tejido la camisa de fuerza que mencioné, pero se hace por inercia, sin sentido de urgencia y con una notoria falta de sintonía con los apuros, necesidades y aspiraciones del costarricense común y corriente.
Por eso, la marcha del 26 de septiembre fue una llamada de atención en la que hay que persistir, fomentando el optimismo y los ideales que llenaron San José el sábado.
Sé que desde que dimos los primeros pasos, los críticos entonaron sus previsibles cantos y por eso quiero referirme a algunas de las cosas que se han dicho.
La primera corresponde a uno de los argumentos que más difundieron para enfriar los ánimos de quienes querían participar. Me refiero a la supuesta organización de la marcha por un partido político en particular. Es falso, y sin perjuicio de que algún partido estuviera pendiente e interesado en aprovechar el momento, quienes participamos lo hicimos espontáneamente y respondimos a un llamado hecho por medio de las redes sociales. Sin embargo, el problema no es que un partido se interese en la marcha, sino que aquellos que no comulgan con las tesis del sindicalismo político, persistan en ignorar o menospreciar las señales del 26 de septiembre.
Esto me lleva a la manipulación del número de asistentes. La manifestación fue un éxito y no hay que dejarse atrapar en el truco de discitir por la asistencia. El argumento está destinado a desviar la atención de lo verdaderamente importante. A la marcha se convocó un sábado en la mañana, sin el respaldo de la tradición, la experiencia y la infraestructura de los que marchan entre semana. Quienes llegaron lo hicieron por su cuenta. No hubo insultos, amenazas ni bloqueos u otras acciones que afectan a las personas deliberadamente y con el fin de forzar determinadas decisiones, y nadie cuestionó la legitimidad democrática de nuestras instituciones. Ninguna entidad tendrá que invertir en pintura o en la reparación de daños a los inmuebles. Es decir, incluso hay diferencias en la forma. Esto hay que decirlo alto y claro, una y otra vez, porque podría influir positivamente en otras manifestaciones.
Por otro lado, decir que la marcha del sábado al menos tiene la ventaja de que legitima la protesta es una memez, pues en Costa Rica nadie, absolutamente nadie cuestiona el derecho de manifestarse públicamente. El problema son las formas y aquí me remito a lo dicho.
Apodar la manifestación como una marcha de indignados, además de la falta de originalidad y la imitación de los nombres dados a movimientos similares en otros países, tiene la carga negativa de quitarle a la fiesta del sábado la connotación positiva y optimista que mencioné al principio.
El argumento de la polarización también es un truco para frenar iniciativas como esta, pues la polarización no resulta de la diferencia de opiniones ni de manifestarlas públicamente de manera respetuosa, sino de romper los canales de diálogo vigentes en nuestro sistema Eso que llaman la "democracia de la calle" busca deslegitimar la institucionalidad democrática del país. La marcha del 26 de septiembre busca, por el contrario, apoyar la institucioalidad costarricense, y presentarla como una acción contra los empleados públicos es otra manipulación mal intencionada.
Finalmente y aunque hay mucho más que decir, debo terminar felicitando a los organizadores. A ese taxista de 37 años que junto con unos amigos se atrevió a darle el beneficio de la duda a un sueño. Todos conocemos una o más personas que querían asistir, y al final se quedaron en casa. Toca hablarles y sumarlos a la causa y a las acciones positivas que vienen, porque esto no termina aquí. Hay que atreverse a soñar con la recuperación de una Costa Rica audaz y emprendedora.
Fernando Ferraro