Los refranes populares como este, están cargados de una sabiduría tan antigua como fina y profunda. A veces, se nos hace tan frecuente el uso de estos, que no nos detenemos a ver los impactos en la vida real y solo atinamos a reírnos de lo cómicos que nos resultan estas ocurrencias ancestrales, que nos ilustran cosas de la vida de una forma metafórica pero con una enorme aplicación a la vida diaria.
La idea de matar a un burro a pellizcos, además de resultar algo terriblemente doloroso, resulta cruel, pues constituye una muerte lenta y con una cuota de sufrimiento muy alta para el pobre animal.
Pues bien, la encuesta que la Universidad de Costa Rica ha dado a conocer recientemente, sobre los niveles de corrupción en el país, ponen este refrán a punto para estimular el pensamiento y la reflexión sobre un mal que nos está matando como sociedad y que convierte a este pequeño país en ese pobre burro, asesinado lenta pero eficazmente.
A mis estudiantes, siempre les causa mucha risa cuando les hablo de este refrán, pero cuando lo asocio a esos vicios sociales que muy fielmente refleja esta vergonzosa encuesta, terminan meditabundos sobre un país, que sin duda alguna vale muchísimo más que un burro, pero que al ritmo que lo llevan todos los amantes del soborno y del chorizo, no le esperará más que esa dolorosa muerte de la que nos habla la sabiduría de este viejo refrán.
Una muerte lenta pero segura. Hay pellizquitos y pellizcotes, pero ambos terminarán por acabar con la vida de este burrito de carga llamado Costa Rica.; que dicho sea de paso, está ya bastante herido y si no lo sometemos de forma inmediata a tratamiento, morirá.
Que el tico promedio vea como normal saltarse la luz roja del semáforo argumentando falta de seguridad en las esquinas de nuestras ciudades; pagar un biombo para que lo atiendan rápido en la CCSS; tirar basura no convencional en un lote baldío o río argumentando que las municipalidades no recogen en sus camiones ese tipo de basura. Absolutamente todas, son excusas baratas que intentan justificar lo que no tiene justificación alguna y ocultar este mal llamado corrupción, que crece de manera galopante y que toca todas las clases sociales.
El costarricense debe entender, que copiar en un examen, comprar discos y libros piratas, pagar sobornos en aduanas, comprar una licencia de conducir, alterar datos en el Registro de la Propiedad o aceptar o pedir ventas sin factura para no pagar impuesto de ventas; son todos actos de corrupción graves y en consecuencia, son más pellizcos para este pobre burritico que ya no aguanta más.
Hay un pensar generalizado sobre que los actos de corrupción son punibles para los funcionarios públicos y eso tiene que cambiar. El pecado es igualmente despreciable para el corruptor como para el corrompido. No hay diferencia y la pena social y también la legal, han de recaer sobre ambos con igual contundencia y con igual rigor.
Este burrito al que llamamos Costa Rica merece un trato distinto. Ya es justo un descanso de tanto delincuente impune. A pellizcos se mata un burro pero no puede ser posible que con los pellizcos de los corruptos se mate un país.
Los refranes populares como este, están cargados de una sabiduría tan antigua como fina y profunda. A veces, se nos hace tan frecuente el uso de estos, que no nos detenemos a ver los impactos en la vida real y solo atinamos a reírnos de lo cómicos que nos resultan estas ocurrencias ancestrales, que nos ilustran cosas de la vida de una forma metafórica pero con una enorme aplicación a la vida diaria.
La idea de matar a un burro a pellizcos, además de resultar algo terriblemente doloroso, resulta cruel, pues constituye una muerte lenta y con una cuota de sufrimiento muy alta para el pobre animal.
Pues bien, la encuesta que la Universidad de Costa Rica ha dado a conocer recientemente, sobre los niveles de corrupción en el país, ponen este refrán a punto para estimular el pensamiento y la reflexión sobre un mal que nos está matando como sociedad y que convierte a este pequeño país en ese pobre burro, asesinado lenta pero eficazmente.
A mis estudiantes, siempre les causa mucha risa cuando les hablo de este refrán, pero cuando lo asocio a esos vicios sociales que muy fielmente refleja esta vergonzosa encuesta, terminan meditabundos sobre un país, que sin duda alguna vale muchísimo más que un burro, pero que al ritmo que lo llevan todos los amantes del soborno y del chorizo, no le esperará más que esa dolorosa muerte de la que nos habla la sabiduría de este viejo refrán.
Una muerte lenta pero segura. Hay pellizquitos y pellizcotes, pero ambos terminarán por acabar con la vida de este burrito de carga llamado Costa Rica.; que dicho sea de paso, está ya bastante herido y si no lo sometemos de forma inmediata a tratamiento, morirá.
Que el tico promedio vea como normal saltarse la luz roja del semáforo argumentando falta de seguridad en las esquinas de nuestras ciudades; pagar un biombo para que lo atiendan rápido en la CCSS; tirar basura no convencional en un lote baldío o río argumentando que las municipalidades no recogen en sus camiones ese tipo de basura. Absolutamente todas, son excusas baratas que intentan justificar lo que no tiene justificación alguna y ocultar este mal llamado corrupción, que crece de manera galopante y que toca todas las clases sociales.
El costarricense debe entender, que copiar en un examen, comprar discos y libros piratas, pagar sobornos en aduanas, comprar una licencia de conducir, alterar datos en el Registro de la Propiedad o aceptar o pedir ventas sin factura para no pagar impuesto de ventas; son todos actos de corrupción graves y en consecuencia, son más pellizcos para este pobre burritico que ya no aguanta más.
Hay un pensar generalizado sobre que los actos de corrupción son punibles para los funcionarios públicos y eso tiene que cambiar. El pecado es igualmente despreciable para el corruptor como para el corrompido. No hay diferencia y la pena social y también la legal, han de recaer sobre ambos con igual contundencia y con igual rigor.
Este burrito al que llamamos Costa Rica merece un trato distinto. Ya es justo un descanso de tanto delincuente impune. A pellizcos se mata un burro pero no puede ser posible que con los pellizcos de los corruptos se mate un país.