La crisis alimentaria global causada por el fuerte incremento de los precios de los alimentos y su inaccesibilidad, llevando a estallidos de violencia en más de 30 países, entre ellos algunos de nuestra Región, amenaza nuestros avances sanitarios, y los relativos al ambiente y la lucha contra la pobreza, en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Esta crisis encuentra a América Latina y el Caribe en un momento crucial de concentración de esfuerzos para erradicar la malnutrición y desarrollando estrategias que atacan tanto los efectos más visibles como las causas de un problema crónico con efectos deletéreos sobre las posibilidades de desarrollo actual y futuro de sus poblaciones.
Es urgente contar con ayuda alimentaria, como ha señalado el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon. A la vez, debemos asegurar que la atención de la emergencia no destruya los esfuerzos de los gobiernos, la sociedad civil y las comunidades para consolidar sus capacidades organizacionales y logísticas, las estrategias de desarrollo local basadas en la Atención Primaria de Salud, y las acciones intersectoriales que inciden sobre los determinantes de la salud y promueven sinergias con los sectores de educación, agua y saneamiento, trabajo, agricultura y producción, entre otros.
Los factores estructurales que determinan la problemática de la nutrición y el desarrollo en la Región magnifican esta crisis. Por ello, las agencias de las Naciones Unidas hemos establecido la Alianza Panamericana por la Nutrición y el Desarrollo para articular e integrar las acciones y asegurar un mayor impacto de las inversiones.
Hago un llamado a la comunidad internacional solidaria, las entidades financieras, las asociaciones religiosas, empresariales y de la sociedad civil, las ONGs y los organismos internacionales para:
- Asignar rápidamente la ayuda en proporción a la complejidad y magnitud del problema y agilizar los mecanismos para su oportuna concreción.
- Atender también, en cada lugar concreto, necesidades complementarias e imprescindibles para la alimentación, como agua potable, combustible, infraestructuras locales, servicios básicos de salud y educación, pues su accionar sinérgico garantiza una adecuada nutrición.
- Respetar el capital social e institucional construido laboriosamente durante décadas para que la ayuda durante la crisis fortalezca, y no debilite, la capacidad propia de superar los obstáculos históricos, y asegure definitivamente la superación del flagelo de la desnutrición crónica en Latinoamérica y el Caribe.
También es necesario que los países de la Región:
- Consideren solidariamente sus políticas de ayuda humanitaria y de exportación de alimentos básicos, sobre todo los que hoy sufren mayor presión inflacionaria, promoviendo mecanismos extraordinarios de cooperación entre países que contribuyan a la autoproducción y a la soberanía alimentaria.
- Fortalezcan la vigilancia sobre aspectos sociales y nutricionales, hasta el nivel local, con participación activa de los servicios de salud y sociales, para detectar precozmente inequidades o situaciones agudas de carencia que puedan compensarse.
- Protejan las poblaciones, especialmente las más vulnerables, y canalicen su legítima preocupación, garantizando atención y asignando equitativamente los recursos movilizados.
Lo anterior permitirá transformar esta crisis en una oportunidad de avanzar más rápidamente por la salud y el desarrollo integral de nuestros pueblos.