El paro decretado por un pequeño grupo en el Hospital San Juan de Dios, no debe pasar inadvertido, especialmente porque se cometieron acciones irracionales, tales como cambiar los expedientes de sitio para afectar la atención a los enfermos, colocar palillos de fósforos para estropear los llavines y algo de lo más censurable, recorrer pasillos haciendo escándalo con megáfonos, sin importar la fragilidad de los internos.
Las autoridades hospitalarias e institucionales actuaron con mesura y firmeza e invocaron por primera vez el instrumento que les provee la Ley General de Salud y pusieron coto a la charanga y a quienes pretendieron incautar la ropa para los pacientes.
Si bien el ordenamiento jurídico legitima el derecho a la huelga, las protestas exigen un marco de racionalidad.
En el caso del San Juan de Dios, tampoco es conveniente que paguen justos por pecadores y hay que dejar claro, por el prestigio del centro médico, que de más de 3.000 servidores con que cuenta, el paro si acaso contó con el respaldo de un centenar y la inmensa mayoría se prodigó para que no se suspendiera la atención a los enfermos.
La doctora Ileana Balmaceda, directora del hospital, reconoce la voluntad de médicos, enfermeras, microbiólogos y otros servidores, quienes ante la situación empuñaron la escoba o el palo de piso y esto también es justo que se sepa.
El 3 de julio el San Juan de Dios cumple 163 años, el aniversario llega en momentos en los cuales desde el nivel central de la Caja, se le proveen recursos sin precedentes en procura de dotarlo de más personal, equipo y mejorar la planta física declarada patrimonio nacional.
Un repaso de lo actuado por el pequeño grupo que irrespetó el derecho a la salud de los pacientes del San Juan de Dios, nos debe llevar a la meditación con respecto al privilegio de servir en una entidad como el Seguro Social, donde entre las múltiples calidades, debe estar la del buen samaritano y el empleado que no la tenga, bien haría en pasarse a la acera de los mercaderes del templo.